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Estaba a punto de hacer algo muy malo.

Y, aunque me odiaba por ello, sabía que lo haría de todos modos.

Estaba a punto de darle a Jimin una palabra de seguridad falsa.

Me levanté de la cama y empecé a pasear de un lado a otro.

Estaba mal.

Muy mal.

Con mis anteriores sumisos había utilizado el clásico sistema de palabras de seguridad basado en colores:

Verde, amarillo y rojo.

La palabra de seguridad que pensaba darle a Jimin y que acabaría con
nuestra relación era engañosa.

Y estaba tan mal que si los de la comunidad llegaban a enterarse, sería excluido automáticamente.

Pero, ¿cómo iban a enterarse?

Él no se lo contaría a nadie.

Y yo seguro que tampoco.

Ninguno de mis sumisos había utilizado nunca su palabra de
seguridad.

Me dije que estaba capacitado para interpretar con facilidad las señales de Jimin, por lo que nunca llegaría a presionarlo demasiado.

Ya me aseguraría de comprobarlo a menudo.

Y, en realidad, si lo pensaba de esa forma, ¿para qué necesitaba las palabras de seguridad?

Aquello tenía que ser sano, seguro y consensuado.

Pero no podía mostrarme sano, seguro y consensuado sin una palabra
de seguridad.

Sabía que Jimin lo pensaría dos veces antes de utilizarla, si creía que eso significaba que se tendría que marchar.

Era la forma perfecta de asegurarme de que se quedaba conmigo.

Sí, al final decidí que nos iría bien sin palabras de seguridad.

Todo sería perfectamente seguro.

Me acerqué a mi mesilla de noche y abrí el primer cajón.

El estuche de piel me miró y abrí la tapa.

Tenía pensado ofrecerle el collar el día siguiente.

Y, cuando lo hiciera, estaría rompiendo otra norma:

Yo nunca le había ofrecido mi collar a un sumiso antes de poseerlo.

Nunca.

¿En qué diablos estaba pensando para dárselo a Jimin antes de acostarme con él?

No podía responder esa pregunta.

Sólo sabía que lo iba a hacer.

Sostuve la gargantilla sobre la palma de mi mano y traté de imaginar
cómo le quedaría, el aspecto que tendría su largo y delicado cuello con mi collar.

Lo llevaría toda la semana y aunque todo el mundo lo vería sólo como un bonito collar, Jimin y yo sabríamos la verdad:

Que era mío.

Podía tratarlo como quisiera, yo podría darle el placer que él quisiera, y él me daría el placer que yo quisiera.

Volví a dejar el collar en la caja y cerré el cajón.

Ponerle el collar a un sumiso...

Ya había pasado más de un año desde la última vez que lo hice.

✔ ☦Đø₥ιɳαɳтɇ☦² 【YM】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora