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Había llegado la hora.

Me tomé mi tiempo para subir la escalera:

Quería alargar el momento.

Dejé a Apolo en la puerta y entré en la habitación llena de velas encendidas.

Jimin me estaba esperando en la cama.

Desnudo.

Tal como le había pedido.

A principios de semana, me percaté de que la primera vez no sería capaz de poseerle sin taparle los ojos.

Sería demasiado y seguro que se me
notaría algo.

Y tampoco quería que él me tocara.

Me pareció que sería demasiado íntimo.

Primero tenía que poseerlo atado y acostumbrarme a su cuerpo.

Ya habría tiempo más adelante para que Jimin me tocara y me mirara.

Sus ojos me siguieron mientras caminaba hacia él y supe que había tomado la decisión correcta.

Me acerqué a la cama y levanté uno de los grilletes.

Él abrió mucho los ojos y por un momento pensé que se levantaría y se marcharía.

Había algo en su interior que le decía que aquello estaba mal y que no debería dejar que le hiciera eso, pero otra parte de él sabía muy bien lo que quería y se dejó llevar por esa parte.

— No iba a hacer esto esta noche —dije, mientras le sujetaba a la cama con los brazos y las piernas abiertos— pero me he dado cuenta de que aún no lo has entendido bien.

» Tú eres mío y tienes que hacer lo que yo te ordene y comportarte como yo te diga. La próxima vez que me vuelvas a hablar de esa forma tan irrespetuosa, te azotaré. Asiente si me entiendes.

Me pareció un motivo tan bueno como cualquier otro para atarlo y
taparle los ojos, y hablaba muy en serio al decir que le azotaría.

Ya le había dejado pasar demasiadas cosas.

Él asintió y apareció una rápida sonrisa en sus labios.

— Mi última sumisa podía conseguir que me corriera tres veces por noche.

Quería que Jimin mejorara esa marca.

— Quiero que intentes llegar a cuatro. Y quiero que estés completamente a mi merced.

Me saqué el pañuelo negro del bolsillo y vi cómo su conflicto interior se volvía a reflejar en sus ojos castaños.

«Confía en mí.»

Le tapé los ojos y di un paso atrás.

Acababa de permitirme, a una persona prácticamente desconocida, que le atara y le tapara los ojos.

Se estaba ofreciendo de la manera más íntima que existía.

Confiaba en mí.

Aunque yo no merecía su confianza.

Recorrí con los ojos su figura desnuda.

Yo quería hacerlo bien y darle lo que necesitaba, lo que había estado buscando.

Me bajé la cremallera y liberé mi erección.

Vaya, la tenía tan dura que hasta me dolía.

Me subí a la cama y me senté junto a él.

✔ ☦Đø₥ιɳαɳтɇ☦² 【YM】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora