EXTRA FÓSFOROS 04: OSCURIDAD.

5.5K 629 301
                                    

OSCURIDAD.

La oscuridad embarga, la oscuridad absorbe todo a su paso, termina y destruye, extermina y calcina lo que tiene a su paso.

La oscuridad alberga en ella, la oscuridad está completamente dentro de ella, aunque, para todos los que la miran desde el exterior juran que es la luz, juran que es la paz, juran que es la personificación del deslumbre.

No es así.

Ella absorbe, ella destruye, ella es la oscuridad que deja en penumbras a todos.

Nadie puede negarse a caer ante sus pies, nadie se niega a servirle, nadie puede negarse a caer a su hechizo.

Unos caen por aquellos enigmante ojos azules que posee, otros caen por aquella dulce voz, otros caen ante aquel cabello rubio, otros caen ante la piel blanca de porcelana, otros caen ante las finas notas que entona en el violín y por último, están quienes caen ante todas y cada una de sus cualidades juntas.

Como él.

No tientes a la oscuridad, no intentes jugar con ella, no intentes terminar con ella, no intentes siquiera creer que podrás ganar, porque, si algo la caracteriza es que nadie puede salir victorioso del juego de luces que ella misma ha creado, nadie puede cantar victoria antes que ella.

Es la oscuridad que acabará contigo, es la oscuridad de la que desearás jamás salir.

°°°°°°

París, Francia.

Noviembre, 07.

Dejo que las notas del violín impregnen a mi alrededor, mis ojos se cierran mientras me dejo guiar por las notas, mi mano se mueve mientras toco, no me fijo en quienes me miran, solo dejo que mi público se deleite por el concierto de esta noche.

El violín siempre me ha transportado a otra dimensión y esta noche no es la excepción.

Siento como mi cuerpo se balancea lentamente de un lado a otro, mis ojos siguen cerrados y mi cabeza ladeada mientras se apoya tenuemente en el violín.

La última nota termina al mismo tiempo que un suspiro sale de mi boca, los aplausos hacen que salga de mi burbuja, los aplausos resonando con frenesí me obligan a abrir los ojos mientras me recompongo lentamente, en una de mis manos sostengo el violín por el diapasón mientras que en mi otra mano sostengo el arco.

Sonrío hacia la audiencia mientras hago una pequeña reverencia, agradezco inclinando la cabeza y finalmente me recompongo para salir del escenario mientras el público sigue aplaudiendo de pie.

Camino con determinación hacia mi camerino, mis tacones resuenan a medida que camino por el pequeño pasillo que guía hasta las habitaciones aquí.

No hablo con nadie, solo camino con la cabeza en alto y la mirada al frente, es así hasta que llego a mi habitación, entro a esta y camino directamente hasta el estuche de mi violín en donde comienzo a dejar con delicadeza este, estoy cerrando el estuche, pero, la presencia de personas detrás de mí me hace levantar la cabeza.

Giro la cabeza y miro de reojo algunas siluetas detrás de mí hasta que finalmente giro a mirar a los hombres en la entrada de la puerta.

Ladeo mi cabeza mientras acomodo mi cabello, los cuatro hombres aquí me miran y solo camino hasta el perchero en donde cuelga mi abrigo rojo.

—No doy conciertos privados —hablo colocándome el saco en mis manos que de inmediato cubre el vestido negro que llevo puesto.

Mi vista va hasta el hombre que se abre paso entre en medio de los hombres, mis ojos van hasta él con detenimiento, un hombre de cabello castaño y ojos verdes, es alto, tiene una barba marcada en el rostro, es corpulento y elegante, tiene encima una enorme gabardina negra que cubre su caro traje en color gris.

ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora