IMAGINA CRIMINAL II

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IMAGINA CRIMINAL: FAMILIA DIEKMANN KINGSTON

Dakota Kingston.

—¿Papá llegó ya? —con mis manos cepillo el cabello de Deacon quien se mantiene quieto mientras acomodo también el moño en su cuello. Mi segundo hijo luce un pequeño y elegante traje en color negro.

—Estoy yo aquí contigo, Deacon —suelto, con fingida ofensa.

—Pero quiero a papá —miro a mi hijo.

Deacon es una viva imagen de mi marido, tanto Magnus como Deacon son idénticos a Volker, los genes de los Diekmann predominan tanto que parece que únicamente fui usada de incubadora para el magnate alemán.

—¿Cuál es la necesidad de ustedes por tener cerca a papá? —pregunto pasando el pulgar por su mejilla y borrando un pequeño rastro de chocolate—. ¿Que mamá esté cerca no es suficiente?

Deacon sonríe, cuando sonríe me recuerda a mí. Podrán ser idénticos a Volker pero no me queda duda alguna de que tienen la misma personalidad que yo. Al menos mis hijos no son tan amargados como su padre.

Me inclino y dejo un beso en la frente de Deacon, quien de inmediato sale corriendo de la habitación, escucho sus pasos por el pasillo de las habitaciones mientras grita.

—¡Magnus! —su voz se vuelve lejana y sé que se debe a que está alejándose, debe ir en busca de su hermano mayor.

Acomodo la cama de Deacon y una vez que termino salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Mis zapatillas resuenan conforme camino y el largo vestido verde esmeralda que llevo encima resalta a cada paso, así como la abertura en una de mis piernas permite que mi pierna quede expuesta a cada paso.

Bajo las escaleras con cuidado, sujetándome del barandal y escuchando la voz de mis hijos, mismos que se encuentran en la sala de estar.

—¡Pero yo lo vi primero! —Deacon grita molesto. Levanto el rostro mirando la escena. Deacon y Magnus se miran fulminantes.

—Sí, pero yo lo quiero —establece Magnus, levantando un carro de juguete en alto.

Magnus, mi hijo mayor, es solo un poco más alto que Deacon. Magnus tiene ocho años mientras que Deacon tiene cinco apenas.

—¡Pero tú no estabas jugando con él! —enfurece Deacon, cruzándose de brazos y mirando con enfado a su hermano mayor.

—¡Pero ahora sí! —grita Magnus. Conozco tanto a mis hijos para saber que Magnus únicamente lo hace para molestar a su hermano.

—Magnus —hablo, bajando los últimos peldaños de las escaleras. Los dos niños en la sala de estar giran a mirarme.

—¡Mamá, Magnus no me deja en paz! —acusa Deacon, sin dejar de mostrarse molesto e irritado.

Magnus rueda los ojos, arroja el juguete en sus manos y camina despreocupado hacia uno de los sofás.

—Ahí esté tu tonto juguete, chillón —se deja caer en el sofá a su lado.

—Magnus —regaño.

Sé que como hermanos se aman pero aman también molestarse.

Mi hijo mayor solo cierra sus ojos, fingiendo que ha comenzado a dormir.

—Conmigo eso no funciona, Magnus Donovan Diekmann —camino hasta él. Abre sus ojos y me mira—. Siéntate bien o arruinarás tu traje.

Obedece de mala gana, acomodándose en el sofá. Me siento a su lado, acomodando su pequeño moño en el cuello y pasando una mano sobre su cabello castaño.

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