Capítulo 7.

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Sabía que John me estaba viendo como si fuera una loca, pero todo era culpa del maldito bebé volador

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Sabía que John me estaba viendo como si fuera una loca, pero todo era culpa del maldito bebé volador. Se suponía que cupido flechaba de manera adecuada, ¡¿por qué me hacía esto a mí?!

—¿Culpas a cupido?

—¡Míralo! Con su estúpido arco, pareciera que su habilidad con las flechas estuviese atrofiada. ¡No me mires así!—exclamé al ver como de verdad me miraba como si fuera a una loca—. ¡Odio mi vida!

—¿Tienes una enfermedad terminal?

—¿Qué?

—Pregunté que si tienes una enfermedad terminal.

—¿Que dices? Obvio no—Al menos que yo sepa.

—¿Estás en la quiebra?

—¿Estás drogado?

—No, solo estoy tratando de que veas que una mala flecha de cupido no es el fin del mundo, Makayla—John metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir—. No estoy tratando de hacer menos tus problemas, pero esto se puede resolver. ¿Una enfermedad terminal? Pues ahí yo si odiaría mi vida.

Pensé en sus palabras, no las decía por mal, estaba dejando claro su punto y en cierta manera tenía razón. Miré de nuevo el inflable de cupido, esta vez sin rencor alguno.

—Él no es la persona indicada, ¿verdad?

—Repito, es una gran bandera roja que no...

—Entiendo—le interrumpí, porque escuchar las verdades dolían.

El teléfono de John empezó a sonar de manera insistente. Sacó su teléfono y cuando vio el remitente frunció el ceño, no de mala manera, solo se notaba bastante confundido.

—¿Me disculpas un momento? —Asentí algo curiosa de saber quién era la persona que llamaba. Quedé sorprendida cuando respondió en francés—. Chef, je suis occupé [1]

Santo Dios de los Ferrero Rochers, ¿qué he hecho para estar en presencia de tan exquisito bombón de chocolate?

John me miró y sonrió, pude notar como se aguantó una carcajada.

Tarde me di cuenta de que lo había dicho en voz alta. Cupido endemoniado de ojos saltones, te doy el visto bueno para que me mates.

John borró su sonrisa y de inmediato se puso serio. Incluso pude escuchar los gritos al otro lado del teléfono.

—Je ne peux pas aller maintenant, Chef [2]—En estos momentos odiaba no haber prestado atención a mis clases de francés. Aller es ir, ¿verdad? ¿A dónde tenía que ir?—. Chef, es mi noche libre, estoy en una cita.

»No voy a llevar a mi cita al restaurante para que solo me vea cocinar, Chef.

»Es gracioso, es la quinta vez que me despide en este mes—dijo el tranquilamente, pero me alarmé. ¿De verdad lo estaban despidiendo?

Una explosión de sabores para San Valentín | Festividades #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora