Capítulo 19.

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8 de marzo del 2020

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8 de marzo del 2020.

La madrugada del domingo pasado él me escribió, dijo que se disculpaba por sus palabras y... que fuera feliz. Después me bloqueó, llamé a su casa y no me contestó. También fui hasta allá y nunca abrió la puerta aun cuando sabía que estaba ahí. Él no quería hablar conmigo, no quería saber nada de mí y dolía.

Él pensaba que Levi y yo... ¿De verdad me creía capaz de algo como eso?

Pero no quería rendirme, así que haría algo... loco, tan arriesgado que estaba poniendo mis dedos en juego.

Llamé a Antoine Mureau hace dos noches y le pedí un favor: darle una tarea tan complicada a John que tendría que estar todo el domingo fuera del restaurante, cuando le dije mi plan aceptó solo porque haría rabiar a su sous chef, aunque estaba un poco reacio a la segunda parte del plan, pero aceptó, el viejo cascarrabias aceptó.

Mi taxi aparcó frente a Le Mureau, le agradecí al chófer y bajé después de lanzarle unos billetes por el viaje. Casi me caí de boca al poner mis pies sobre el asfalto, ayer había ido de compras y mis pies ahora estaban cubiertos por un par de zapatos altos de color rojo fuego, hasta yo pensaba que eran sexys aunque fueran un arma mortal y con cada paso que daba estaba segura de que me caería en cualquier momento.

Toqué la puerta que daba hacia la cocina y fue el mismísimo Mureau quien la abrió. Sus ojos de inmediato fueron a mis pies y frunció el ceño mientras negaba con su cabeza.

—¿Piensas cocinar en mi cocina con esos zancos?

—Me arriesgaré a perder una pierna, chef.

—Quiero que lo dejes por escrito, ma belle femme, no quiero arriesgarme a una demanda.

Me adentré a la cocina, había mucho movimiento, se notaba que estaban un poco atareados y me sentí mal. No quería estorbar y era lo que haría, pero... quizás era la única manera para que John me escuchara. Por lo que me armé de valor y seguí al chef hasta un rincón de la cocina, ahí me esperaba un tipo alto con una sonrisa amistosa.

—Mauritzio, esta es la chica delivery—Mureau masculló el apodo con desprecio. Ya me estaba arrepintiendo de autodenominarse de esa manera cuando hablamos por teléfono—. Peleó con John y ahora quiere cocinarle.

—Ya me sé la historia, Chef.

—Merde! Qu'est-ce que tu fais, connard?![12]—Mureau me dejó con el chico de la sonrisa amistosa gritándole cualquier barbaridad a Carlos, el chef de garder manger, lo recordaba bien de la vez que estuve aquí.

—Soy Mauritzio Mancini—se presentó el chico de la sonrisa amistosa extendiéndome la mano—. Estoy feliz de finalmente conocerte. Quiero que sepas que no me hubiese molestado que Barry te acompañara a esa fiesta.

¿Barry? Oh Dios, el marido de mi amigo gay.

—¡Tú eres el esposo de Barry!

—Ese soy yo.

Una explosión de sabores para San Valentín | Festividades #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora