Shiro se sentía bastante incomoda ante la presencia de Kibumaru, su ex prometido.
Había vuelto luego de tanto tiempo y amenazado con destruir los alrededores si no le atendía.
Claramente accedió ¿Por qué había vuelto luego de dejar aquella nota?
—¿Que haces aquí?
—Vine a advertirte del peligro que vives.
—¿A que te refieres?
—¿Sabes por qué me fui?
Shiro permaneció callada.
—Madara me golpeó para obligarme a irme, me dejó al borde de la muerte, no iba a abandonarte, pero aún así tuve que, él escribió una nota en mi lugar... Namikaze, yo te amo.
La chica frunció el ceño.
—¿Me amas?
—Si, yo-
—Después de decir que era alguien inservible y molesta ¿Crees que me tragarme ese cuento?
—Jamás quise-
—Cállate, no me molestes más, Madara no representa riesgo alguno para mi, incluso aunque fuera así, yo jamás voy a amarte, ahora, larga te de mi casa.
Kibimaru se quedó estático.
—¡Largate!
El hombre se levantó.
—No vengas llorando a rogarme perdón más tarde.
—Jamás sucederá tal cosa.
Shiro se quedó sentada en la sala, escucho y sintió a Kibimaru salir a toda prisa.
Exhalo y cerró los ojos.
Sabía que Madara no era compasivo con sus enemigos, pero llegar a golpear a alguien no tan culpable le parecía algo estupido.
Aún así entendía por qué lo había hecho.
Lo dejaría pasar sólo por eso.
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