Madara sonrió encantado al ser tomado de la mano por Shiro, cerró la puerta cuando entraron con seguro y caminó tras ella.
— ¿Y esa quién era? —cuestionó Uchiha.
Namikaze frunció el ceño, lo miró algo molesta mientras se dejaba caer recostada a lo largo del sofá.
— ¿Que te importa? — respondió cerrando los ojos.
—Solo preguntaba — se encogió de hombros mientras se acercaba lentamente a Shiro, se sentó a su lado en la orilla del sofá sin quitarle mucho espacio — ¿Sabes? Hashirama ya sabe que le gusta Rei, hablara con ella mañana.
—Esas son buenas noticias para ti ¿Verdad? —cuestionó burlona.
Madara se dejó caer sobre ella, muy a propósito, sobre sus pechos usándolos como almohada.
—Las extrañaba mucho~
Shiro se echó a reír.
— ¡Madara!
— ¿Qué? Fuiste tú quien me prohibió saludarlas —fingiendo demencia, puso su mano sobre el pecho de la fémina, lo estrujo suavemente sacándole un chillido —Hola queridas ¿Hoy por fin tendré la fortuna de verlas?
La cara de Shiro estaba más ruborizada que nunca, puso sus manos sobre la gran mano de Madara, este la miro con una sonrisa socarrona a sabiendas de que estaba por cumplir su proposito.
Ella ya estaba cayendo en la vil trampa de su rostro y cuerpo privilegiado, especialmente las manos y brazos, las venas del hombre se remarcaban y este detalle le gustaba excesivamente al igual que sus dedos largos.
Probablemente algún día serían muy útiles.
— ¡Ni siquiera estamos comprometidos! —argumento Namikaze con velocidad, antes de que perder los estribos —Y... Y aun somos muy jóvenes.
Uchiha soltó una risa corta, apartó su mano y le dio un beso en la frente antes de pararse de su lugar.
—No hay por qué ponerse de nervios, no voy a forzarte a nada —aseguró el azabache mientras caminaba hacia la cocina.
Shiro intentó calmar su agitado corazón.
Si era honesta, deseaba tener a Madara con tanta fuerza que dolía. Ella lo sabía, incluso su cuerpo lo sabía, pero ¿No era mejor esperar un poco más?
Al contrario de sus pensamientos, Uchiha ya estaba trazando su malévolo plan para seducir a su pareja y hacerla caer bajo sus encantos.
No estaba lejos de cumplir su deseo.
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