Había una vez...
Un grupo de prostitutas que siempre recibían a hombres prestigiosos de la alta alcurnia, la mansión de los grandes, los asociados de la mansión se presentaban allí que era nada menos que la junta de aquellos con mentes retorcidas, las prostitutas que recibían a hombres y mujeres que buscaban solo una dosis para desestresar a los que iban en contra tiempo, pero solo era la superficie, había más, mucho más, la mansión de los grandes, eran aún más, era extensa en donde podías encontrar de todo y nuca te aburrirías, droga, placer, diversión, éxtasis y más, la alcurnia se deleitaba dejando a relucir su verdadera forma.
Antes de poder llegar a ella, un enorme boscaje le daba la bienvenida, los árboles altos e imponentes, una extensa carretera que te guiaría sin problema a la mansión, llegando allí sus portones enormes con el particular sello de la mansión, sin embargo, muchos lo confundían con una pareja, visualizaban a un hombre penetrando a una mujer con una cara que denotaría placer, el manoseo irrelevante entre ellos, el efecto del éxtasis consumado. Estaban equivocados, era una trampa visual, ese no era el mensaje y eso les fascinaba a quienes eran los fundadores y crearon tan maldito lugar de lujuria. Entrando a unos cien metros más adentro la imponente mansión se extendía de norte a sur y en ella, era una estructura muy atrayente, porque elegante y gótico, en el salón principal se podía escuchar una canción:
Os iusti
Meditabitur sapietiam
Et lingua eius
Loquetur indicium...
Sonaba levemente en todo el lugar, era tan lujoso como extenso, una musa recibía a aquel demente sin causa, vestía la joven tan provocativa que su lencería le era visible y seductor, solo un pedazo de tela translucida cubría tal deleite, la siguió hacia una de las habitaciones de comando, donde los grandes lideres se encontraban para ciertas discusiones. Cruzaron largos pasillos los cuales tenían diversas pinturas obscenas al igual que las estatuas de mármol, introduciéndose cada vez más, mirando y escuchando gemidos de los avariciosos consumando su lujuria, un escalón ancho y extensa que llegaban a otro piso más arriba, no sabía dónde estaba se había desorientado una mucama tras otra lo invitaba a divertirse y a beber champán whisky y más.
"Esto es el paraíso" pensó, no se daba cuenta de las señales en los actos, llego a la planta más alta, donde se encontraba una sola habitación con puertas gemelas, con diseños de pequeñas musas en distintas posiciones sexuales, al intentar abrirlas, las puertas se abrieron a la par dejando sorprendido al susodicho, atónico de la acción, sintió un escalofrío recorrer su columna, miro al frente la luz era opaca y no se distinguía su interior, una sirviente se mostró vestida solo en un conjunto de lencería translucida de color rojo, con un fleco corto sobre su frente, tenía los brazos alargado como también sus piernas, le hizo una señal para que se adentrase, este otro solo miraba sus ojos que brillaban con la luz proveniente tras suyo, - Esto es exactamente lo que busco- se dio cuenta que ella no lo seguía sino que se alejaba, el lugar solo era iluminado por velas en su alrededor, no quiso ponerle atención a su intuición, pero solo bastaba volver por el mismo sitio.
Error, error y más error, es su cometido entre la curiosidad, mientras más se adentraba, más ansiaba compañía, se estaba embriagando, cegando y consumando en el pasillo del auxilio, no gritaría, no lloraría, no lo necesitaría, tu error, esa fue la acción, no hay amparo, ya este hecho, llegaras al final y te arrepentirás.
Siguió por el pasillo sin mirar atrás, no había presencia alguna más que la suya, aquella musa no estaba, se había ido ya su trabajo no era guiarlo, el solo tendría que salir de aquel laberinto, porque él no sabía, que ya había comenzado su iniciativa, a la distancia observo una viviente luz, era una habitación iluminada, «tal vez la salida» - pensó. Corrió hacia la luz en busca de esperanza para su desespero, sin embargo, lo que vio lo dejo atónico, era lo impensable, sabía que eran capaces de prostituir mujeres, como también matarlos por diversión.
