Había una vez...
Entre los envidiosos, odiado por su buena fortuna y amado por quienes lo reconocían como tal, puesto que lo era y lo será, decían que era efectos de segundo y terceros que ayudaban para que su aspecto este así, pues así era, era la persona que deslumbrada al caminar, embobaba a quienes lo veían, era hipnótico y cautivador.
¿Puede alguien ser tan hermoso? No, la pregunta está mal. ¿Cómo es que un ser tan hermoso fue capaz de nacer entre tanta vulgaridad y desorden? Puesto que su buena fortuna ha sido envidia, lastimosamente el complot era irremediable, tenía que hacerse, tenía que acabar tan desagrado entre los envidioso y desafortunado, pronto se revelarían.
Entre el inconformismo el final se acercaba, una parte ya comenzaba en marcha con plan, algunos no lo sabia, pero aquel ser perfecto que tanto alababan, dejarían de existir. Entre ellos una pareja cercaba que convivía con aquel individuo de ensueño, conocía que lo en verdad soportaba y sus miedos mas profundos, sabia sobre el complot, sabia lo que planificaban hacerle, ya había echo actos de bondad, por que ese era su ley y su honra.
La noche había llegado y un grupo de hombre se adentro en su casa hasta llegar a su habitación, con gran sorpresa no lo encontraron, buscaron en cada rincón, en la sala, en las habitaciones, en el sótano, no había nadie. -Es como si la tierra se lo hubiera tragado- pensaron. sin embargo, en la lejanía de la zona sur una iglesia en el olvido, una vela encendida, un altar destartalado, el estaba allí dando su ultimo rezo.
- Me condenan por mis actos de bondad, por mi apariencia deslumbrante, por mis talentos en descubiertos, por... por mi perfección.
Minutos después una horda se aproximaba cada vez mas, la iluminación fallaba y ellos no cesaban con su canticos de desprecio, con ofensas e incoherencia.
Este fue el final, del brillo que irradiaba en la oscuridad que generaba esperanza, pero no fue consumida, si no destruida por la oscuridad.
