Había una vez...
Un asesino que deambulaba por las calles rodeado de personas que podría matar.
Un día como otro, recibió una llamada. Le dijeron que necesitaba que se deshiciera de un hombre, le dieron la información suficiente para el trabajo.
Agarró su llaves y se dispuso a investigar.
Le dieron un dato muy peculiar, en lo profundo sentia una familiaridad en aquello que le dijieron. Llegó a la dirección dada, y entonces observó desde las afueras de los portones de la inmensa casa que tenía en frente. Entonces comprendío, le habían dado el trabajo de asesinar a su maestro. Núnca se negó a trabajo alguno por su arte, el arte que asesinar; de escuchar los placenteros gritos de sus victimas, de degollar y ver como la sangre llegaba a la finalidad de convertirsé en un gran charco de ese fluído carmesí, el placer de mirar a los ojos a sus victimas y llevaron a la gloria divina de la muerte.
¿Lo haría o no lo haría?-esa era la incertidumbre.
¿Esto es un reto?, se preguntó. Sonrío con malicia y se retiró. Pero volveria pronto.
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Llegó el gran dia, el asesino estaba tan entusiaamado, tan solo de imaginar todo el acto le excitaba.
Espero la noche y fue señal para comenzar, entró al lugar sin esfuerzo alguno, todo estaba en silencio y en aquella noche sin estrella, para él era perfecto.
Con pasos cautelosos se adentró a la vivienda, y en el lugar que por lo visto era la cocina estaba un hombre alto, con cabellos canosos y vestido en pijamas, su victima no se percató del individuo, ya que estaba bebiendo un vaso de agua por la ansiedad. Lo golpeó y el anciano hombre quedó desmayado en el suelo.
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Continuará...
