El Sol y la Luna

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Advertencia: Bien. No sé qué rayos ha pasado conmigo mientras escribía, pero supongo que ya saben a que va esta advertencia, así que solo recomiendo discreción.

Ahora sí, disfruten.

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Su primer beso, su primer amor. Ben había sido el primer y único hombre en entrar románticamente en su vida y colmarla con dichas que jamás pensó era posible experimentar con alguien. Todo lo que pasó esa noche, desde las emociones que sintieron hasta las palabras que se dijeron, sería un recuerdo que siempre viviría en su mente y corazón.

—Te amo —besó uno de los tantos lunares que se extendían por su pecho, ese que subía y bajaba suavemente y poseía algunas marcas que ella misma le había hecho cuando el placer había sido insoportable —. Eres mi mundo, Ben Solo.

—¿Eso crees?

Seguramente era por el sueño interrumpido, pero su voz se oyó ronca cuando le habló, con los labios rozando peligrosamente la punta de su oreja sonrojada. Sus manos también habían encontrado un camino de su espalda a su cadera para acariciársela con paralizante ternura.

Rey se recostó de nuevo sobre su pecho, más concretamente donde su corazón latía embelesado. Era fuerte y muy cálido.

—Todo eso y más, mi Sol —Ben la abrazó más contra sí al sentirla temblar por su inocente mimo —. Eres lo mejor que me pudo haber pasado.

—Oh, cariño mío —de un movimiento rápido, pero cuidadoso, cambió de lugares, y la besó con delicadeza en los labios que seguía inflamados por sus anteriores besos —. Soy yo quien debería decirlo, y agradecerlo a su vez a la Fuerza. Eres el mejor regalo que pudo haber recibido nunca.

De su rostro a su cuello, buscó la primera marca que le había hecho la noche pasada y le deslizó la lengua como quien lamía un delicioso helado, ni muy baboso ni muy molesto, solo suave para que supiera que su intención era relajarla en sus brazos.

—¡Ben! —se aferró a él cuando su peculiar caricia se trasladó a su pecho, a los senos que se tomó su tiempo de colmar detenidamente con su desbordante amor.

—¿Qué, mi amor? —le preguntó al cabo, alzando la cabeza y chocando su mirada anhelante con la suya hambrienta por más —¿Hay algo que pueda hacer por ti? ¡Quiero dártelo todo!

Y ella quería recibirlo todo, pero debían parar. Si seguía así, se daría cuenta de lo que ella al despertar. Aunque probablemente era obvio, no deseaba que se enterara así.

—Ben, espera —lo agarró del cabello para llamar su atención.

—¿Sí, mi cielo? —el tono de su voz y el brillo en sus ojos por poco la hacían rendirse ante él.

—Yo… tengo que…

Preocupado, Ben se apartó de inmediato. Rey no lucía mal, sino nerviosa por algo que desconocía. Aun así, al verla levantarse de la cama y tambalear, se apresuró en atraparla entre sus brazos y regresarla a la seguridad de las sábanas.

—¿Estás bien, cariño? —ella hizo una leve mueca de dolor —Perdóname. Me dejé llevar y-y tal vez fui un poco rudo contigo y…

—Ben, Ben, tranquilo —lo calmó, girándose para tomarlo de las mejillas —. Estoy bien. No pasa nada. Es solo que…

Entre besos y esposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora