Tormentos.

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El brazo le ardía. La bala lo había atravesado de tal manera que ahora le era imposible usarlo en lo más mínimo. Ben apenas si podía apretarle la mano a Rey con la que le sujetaba la suya básicamente inutilizada con fuerza.

—Esto es mi culpa.

Exacto. Nadie lo había obligado a adentrarse al laboratorio de Palpatine sin su consentimiento. Él mismo había decidido arriesgar su vida, pensando estúpidamente que podría destruir la droga que guardaba sin causar algún tipo de daño semejante al que por desgracia sí había logrado.

—¿Cuánto ha pasado desde que me trajeron? —le preguntó a Zorii, a quien descubrió después de unos segundos acercándose con una sábana en manos a ellos. Por alguna razón, su ánimo estaba más apagado de que costumbre.

—Un par de horas. —Ben abrió demás los ojos, sorprendido. Eso explicaba por qué Rey yacía dormida y no tan despierta como lo estuvo antes, cuando con sus bellas palabras y gestos le imploró que no se dejara dominar por el veneno en su sangre.

Con la única mano sana que le quedaba, buscó acariciarle el cabello sin molestarla. Su ropa ya no estaba manchada. Quizá se había cambiado antes de siquiera reunirse con él para que el olor a metal no los aturdiera a ninguno.

Pensar que lo vio desastrosamente indefenso lo puso nervioso. Ni siquiera Hux o Phasma lo habían hecho en su tiempo, como Mitaka sí por ejemplo al ser en otras palabras su médico personal. Debió sentirse decepcionada luego de darse cuenta que tampoco era tan fuerte para protegerla de sus enemigos.

—¿Quieres agua? —Ben alzó la mirada. Zorii le tendía un vaso de un material reciclable que no podía recordar el nombre —. Has perdido mucha sangre. No quisiera que te desmayes cuando Rey despierte y te asalte a preguntas.

La herida le latió, a modo de advertencia. Solo esperaba que la bala también hubiera sido ya extraída. No le gustaría presentarse ante el amor de vida con un pedazo de plomo incrustado en el brazo.

—O a besos —añadió, sacándole una leve risa. Sinceramente, aquello sonaba mejor que sufrir el probable castigo que sería un interrogatorio.

—No creo que quiera besarme después de lo sucedido. —Ocultó el rostro más o menos en el vasito que había aceptado —. Primero querrá respuestas. Rey es tan terca como curiosa cuando se lo propone.

Como la vez que le insistió que le contara sobre el encuentro con sus padres. Solo la mentira, que hasta ahora se arrepentía en cierta de parte de habérsela dicho, había conseguido que desistiera.

—Lo sé. De hecho, por eso mismo es que está aquí. —Ben parpadeó. ¿A qué se refería Zorii exactamente con ello? —. No se apartó de ti ni siquiera cuando le exigimos que lo hiciera para que no viera tu tratamiento.

Sus mejillas enrojecieron. ¿En serio a ella no le importaba verlo en su forma más vulnerable con tan de saberlo bien por su propia cuenta? Podría haber muerto y ella aun así habría estado allí, asegurándose que hubiera sido porque ya no quedaba más por hacer que por otra razón en particular.

Una lágrima se le escapó. ¿Cuántas le habría provocado a Rey mientras le servía a Palpatine como su perro fiel? Esa poderosa lealtad que le demostraba le recordaba a la que en su tiempo su mejor amigo le había dado aun cuando todo el mundo se puso en su contra.

—¿Te sientes bien, Ren? —Zorii se había acercado por el lado libre a la camilla reclinada en la que estaba —. De pronto tus ojos se cristalizaron. ¿Acaso habré hecho mal en darte agua?

—No es eso, Bliss. No te preocupes —la tranquilizó. Su mano aún seguía hundida en el cabello castaño de la dormida Rey con la cabeza en su regazo, así que no podía hacerle algún ademán para reforzar sus palabras —. Solo estaba pensando. Estar cerca de la muerte siempre me pone sensible.

Entre besos y esposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora