Castigos.

66 12 34
                                    

El sedante había funcionado. Ben dormía como un bebé mimado entre sus brazos. Sin embargo, Rey aún tenía sus dudas respecto a la cantidad exacta que Zorii le había inyectado. Parecía haberle golpeado muy fuerte. El agarre que mantenía alrededor de ella era demasiado flojo para su gusto.

—No me mires así, princesa —se quejó, con la vista puesta en la jeringa que desechó sin miramientos en el tacho cercano a ella, pero lejano para los demás utensilios médicos —. Tu noviecito solo está cansado. Despertará en cuanto le ponga las manos otra vez sobre la venda.

Esta estaba manchada, pero ya no tanto como antes, que incluso la sangre se deslizaba tétricamente bajo ella. La herida al fin había cedido a la eficacia de los cuidadosos puntos que le cosió con una habilidad que le dejó a Rey en su momento sumamente asombrada.

—Ben no es mi novio, Zorii. Dios, hasta el mismo Palpatine lo ha dicho. —La verdad, lo único que le agradecía. Porque por el resto, por el martirio más bien que les hizo y aún hacía vivir, podía irse derechito al Infierno —. Es mi esposo, el hombre al que pienso liberar sin importar qué.

Así tuviera que mover cielo y tierra para lograrlo, lo haría. No por las promesas que le juró a Leia con la placa en el pecho acelerado ni por el instinto justiciero, o quizá vengativo, de demostrarle a Luke lo equivocado que estaba, sino por el amor que le guardaba y nunca se cansaría de ahora en delante de manifestar frente a todos sin temor alguno.

Zorii así debió entenderlo al verla brevemente a los ojos con los suyos apagados. Pues no le habló hasta dentro de un rato, cuando ya había conseguido recostar a Ben por completo sobre la camilla que, con cautela, además, fue abandonando de a poco.

—Me queda claro que así será. —Rey la notó tensa. Su espalda se asemejaba a una regla de lo recta que estaba —. He oído sin querer lo que le dijiste al viejo. No le temes a la muerte cuando se trata de Ren.

—¿Tú lo harías si fuera Cardo quien estuviera en un peligro similar a este? —Zorii calló. Podía no conocerlo mucho, pero Rey sabía que en ese corto tiempo él le había hecho sentir todo lo que nadie siquiera intentó en su vida entera.

—No lo sé. C-creo que es muy pronto para asegurar algo referente a él. —Rey la comprendió. Aunque no era una experta, al principio uno siempre dudaba de lo que en ocasiones podía considerarse solo como una fantasiosa confusión y no una hermosa realidad.

—Perdón. Esta situación me pone los pelos de punta. —Tanto, que volteaba cada que podía para asegurarse de que Ben no se le escapara de nuevo ante sus narices a cometer una locura de la que podría arrepentirse —. Solo quiero que esto termine.

Todavía recordaba la cara que le dedicó Palpatine apenas acabó su juramento de hacerle pagar con su vida las que le quitó a miles de inocentes. Era de un odio puro que le había hecho temblar en cuanto salió de allí y cerró la puerta rápidamente tras sí.

¿En qué estaba pensando?, se preguntó en aquel entonces. ¿En un jefe criminal siendo vencido por una novata que a las justas podía alzar un arma sin tiritar patéticamente en el acto? Antes de que siquiera fuera capaz de apuntarle con el cañón en la boca, más de un hombre se le habría lanzado encima para castigarla como solo la Fuerza y sus horrendas pesadillas sabían.

¿Qué estaría pagando?, ¿los errores de sus padres, la decepción de su Maestro al descubrir que se había entregado a las garras de la oscuridad por un par de ojos bonitos?

No. Bonitos no —se corrigió mentalmente, con una voz severa de cierta forma ajena a ella, observando una vez más a Ben desde su apartada posición —. Hermosos y únicos como el Sol.

Marrones y profundos, cálidos y grandes como todo él en general; no pudo haberse equivocado si la recompensa fue mucho mayor que el supuesto sufrimiento que debió recibir en su nombre, bajo sus manos verdaderamente delicadas. Ben Solo no era y nunca sería una amenaza para ella.

Entre besos y esposasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora