Me dejé llevar por mi esposa, sin importar que los invitados se quedaran sin los anfitriones, pero mi deber como esposo es mucho más importante que cualquier otro ser en este mundo. Además, debo aprovechar cada oportunidad para hacerle un hijo a mi mujer.
Tan pronto llegamos al yate, fuimos directamente a la habitación entre besos húmedos y toqueteos descarados. Tampoco podía esperar un segundo más, lo único que deseo apenas llegue a la habitación es despedazar ese vestido entre mis manos y tomarla con toda mi fuerza. Carol me tumbó de espaldas en la cama y no perdió ni un solo segundo en subirse encima de mí y atacar mi cuello con mordidas y lamidas muy eróticas, mientras sus manos acariciaron mi pecho lentamente.
—Espérame muy juicioso aquí, ¿sí? — mordió mi labio inferior con rudeza—. No tardo.
Aprisioné su cintura con mis brazos, evitando que se levantara de encima de mí.
—Arrancaré ese vestido primero.
—¿Qué? No, por supuesto que no vas a arruinar el vestido de nuestra boda — se zafó de mi agarré y se levantó de la cama con una sonrisa maliciosa—. Ya vuelvo.
Se perdió en el interior del baño, soltando una carcajada tras ver mi rostro desilusionado. En verdad que moría de ganas por hacerle el amor con ese vestido mientras lo destruía en mis manos. Me despojé del traje, entre tanto, serví una copa de vino francés y lo bebí de golpe, observando a detalle la decoración que mi conejita preparó.
—Es una coneja pervertida — tomé las sogas de la cama y bebí del vino directamente de la botella—. Como me pones, mujer.
—Esposito mío — ronroneó, deslizando sus largas uñas por mis hombros—. ¿Te gusta mi sorpresa?
—Me encanta.
—Acuéstate, te atenderé como tanto te gusta — ordenó.
Me acosté en la cama, perdiéndome en lo sexy que se ve mi esposa en lencería de lazos cruzados que aprietan toda su carne. Sus pezones endurecidos me tientan a que los ataque, pero es ella la que lleva el mando hoy.
—Las manos.
Amarró mis muñecas con las sogas dejándome bien sujeto de la cama. Su mirada es muy sensual. Me fascina cada que asume el rol de dominante y me deshace en sus manos con solo un roce. Seguidamente deslizó mi bóxer por mis piernas, y sus dulces caricias empezaron por mis piernas, masajeando suavemente mi piel entre sus manos. Ascendió sus manos por mis muslos, apretando y sonriendo ladeado sin dejar de verme a los ojos.
El roce ligero, pero intencional de sus pezones en mi pene provocó temblores por todo mi cuerpo. Hace días no estamos juntos, por lo que el deseo acumulado es grande. Y ella está jugando con mi paciencia, sabe perfectamente que una vez me libere el que tiene el control soy yo.
—No sé qué haces para verte cada vez más bueno — gateó hasta que subió sobre mí.
Ladeé la cabeza, viendo sus anchas caderas y maldije para mis adentros por no poder tocarla como tanto lo estoy deseando. Mi miembro creció tan pronto ella empezó con sus besos por mi pecho, tomando entre sus labios mis pezones; lamiendo, mordiendo y chupando a su libre antojo provocando fuertes sacudidas en mi sistema. El constante roce de sus senos en mi piel me está matando, ella sabe que esos dos melones son mi más grande debilidad.
Se levantó de la cama, agarró la botella de vino y regresó a la cama con una medio sonrisa de esas que me vuelven loco. Dio un pequeño trago, tomó mi erección en su mano y se agachó, abriendo la boca y empapando toda mi extensión con el vino. La tibieza, la humedad y la malicia con la que lo hizo aumentó mis ganas. Pasó la lengua por la punta, haciendo pequeños círculos sin dejar de mirarme a los ojos. Volvió a realizar lo mismo, humedeciéndome con el vino de su boca y volviendo a probarlo directamente de mí.
—Conejita... — tragué saliva y sonrió divertida.
—¿Sí, mi cielo? —lamió sus labios paulatinamente, tentándome a más no poder con su lengua—. ¿Qué deseas?
—Cómelo — gemí fuerte al mimo instante en el que lo llevó a la profundidad de su boca—. Maldición...
Sus movimientos nunca antes habían sido tan desenfadados como ahora. Sus labios me aprisionan deliciosamente mientras su estrechez me hace perder la razón por completo. Moví la cadera, adentrándome en ella a lo que su boca me recibe gustosa.
—Carol, necesito sentirte.
Se enderezó enseguida subiendo sobre mí, pero dándome la espalda. Abrió sus piernas de par en par, posicionando mi hombría en su entrada y se deslizó lentamente, en un movimiento ondeado de cadera. Quedé embobado con la magnífica vista de su trasero subiendo y bajando a un ritmo enloquecedor y atrapante. Me sostuve firme de las sogas, elevé la cadera y golpeé su interior con esa jodida necesidad de llegar a lo más profundo de sí, enloqueciéndola con cada embestida ruda y profunda que le otorgué. Si antes la amaba con total locura, verla tan desinhibida termina por clavarse en mi corazón.
—Oh, por Dios — realizó círculos con las caderas, tomando su cabello y dejándolo caer sensualmente a su espalda.
La profundidad que alcanzo no tiene nombre, más la fricción de sus movimientos tan seductores me tienen en el límite del abismo. Mordí mis labios con fuerza, dejándome llevar por tan eróticos movimientos hasta que la sentí apresarme y succionarme con fuerza antes de percibir la extrema humedad empaparme. Sus temblores se hicieron presentes, mientras seguía en un movimiento más torpe y lento.
—Suéltame — demandé, y así lo hizo.
Tan pronto me liberó, la empujé de boca a la cama y la conecté instantáneamente una vez elevé su trasero. Me aferré de las tiras de su lencería, golpeando su interior con la rudeza que tanto le gusta a ella. Con la otra mano amarré su cabello en mi puño y elevé su cuerpo, robándole un grito y un temblor que me hizo estremecer. Nuestros cuerpos chocando a la par de nuestros gemidos, tenerla a mi entera merced y llenarla de mí, es lo que más amo hacer con esta pequeña mujer que se ha dominado mi corazón y cada uno de mis pensamientos.
Olvidándome de todo, me perdí en cada centímetro de su piel, terminando de perder la poca cordura en cada una de sus curvas, sus gemidos y sus peticiones. Cumplir una a una de mis fantasías en ella es lo mejor que he hecho desde que se entregó en todos los aspectos a mí. Una primera vez para todo soy en su vida; y ahora lo seré para siempre. Y nunca me cansaré de hacerle el amor a mi esposa; su pasión es una droga para mi alma. Además, no desaprovechar ningún momento para poder hacer un conejito con su misma belleza y carisma.

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Kilian Blaze[En Físico]
RomanceEl deseo de poder someterte es mucho más fuerte de lo que estoy dispuesto a soportar. Si tan solo me dejaras mostrarte todo lo que por mi mente cruza, estoy seguro de que crearíamos un juego de lujuria inimaginable.