Me gustas

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Deslicé suavemente los tirantes del vestido por sus hombros y bajé lentamente la prenda hasta dejarlo por debajo de sus jugosos senos, dejándolos a su vez expuestos para mí. No son como los había soñado; son mucho mejor. Tienen el tamaño perfecto, ¿será que mis manos los abarcarían por completo? Me pregunté, deslizando la yema de mis dedos por sus brazos y con la tentación de atacarlos con mi lengua y mis dientes. En cada roce puedo notar como su piel se va erizando y su respiración se va acelerando cada vez más. Inclusive, por más en que se muerda los labios, se escucha muy agitada.

—Mi conejita resultó ser muy sensible, ¿eh? — mordí mis labios, perdiéndome en la suavidad de su piel y en lo dulce de sus jadeos.

Cada fantasía me llegó de golpe a la cabeza, dejándome idiotizado por breves segundos, en los cuales no dejé de recorrer su piel con la yema de mis dedos. Como deseo hacerla mía sin piedad, pero debo controlar ese impulso.

Dejando esos pensamientos de lado, tomé el pote de helado en mis manos y le sonreí malicioso. Su rostro mostró una evidente confusión, por lo que mi sonrisa creció aún más. Me hace feliz el hecho de ser el primer hombre en su vida.

—¿Para qué es el helado? — curioseó.

Metí el dedo índice de mi mano derecha en el frio y cremoso helado, untándolo completamente y sacando la cantidad suficiente para embarrar sus senos. Dibujé el contorno de ellos, haciéndola vibrar inmediatamente por el frio del helado. Su gemido fue muy tierno, tanto que mi pene palpitó dolorosamente en mis pantalones. Sus pezones se endurecieron, por lo que tomé más helado y los cubrí completamente.

—Para comerlo, por supuesto — dejé el pote a un lado y me incliné hacia ella.

Barrí con mi lengua hasta la última gota de helado de sus senos, saboreando no solo lo dulce del mismo. Su piel es muy suave y cálida. Esos gemidos tan lindos y finos que me ofrece me dan a entender lo mucho que le está gustando. Atrapé uno de sus pezones con mis dientes, tirando suavemente de el, al tiempo que atendía el otro con mis dedos. Lamí, succioné y mordisqueé sus pezones como si de un bebé me tratara. No tenía ni la más mínima intención de separarme de ellos, pero cada centímetro de su piel me estaba llamando a gritos para que también la probara. Carol tenía una expresión muy hipnótica y erótica, capaz de volver loco al que la viera.

Sin perder tiempo, terminé por quitar ese vestido que tan bien se le veía, dejándola con solo dos piezas de la lencería; la diminuta tanga más los ligueros aferrándose de sus muslos terminaron por enloquecerme. Teniéndola como tanto lo había soñado, aprecié el paraíso en su cuerpo. Si antes estaba loco con tan solo imaginarla, puedo jurar que terminé por enloquecer por semejante obra de arte.

—Es vergonzoso que me veas desnuda — desvió la mirada tímidamente.

—¿Por qué te avergüenzas, conejita? — empecé a quitarme la ropa lentamente enfrente de ella, mordiéndome los labios y sintiendo que explotaría en cualquier momento—. Eres hermosa, nunca me voy a cansar de decírtelo.

—¿No me ves? — trató de cubrirse, por lo que no la dejé, llevando sus manos por arriba de su cabeza y presionándolas contra la cama—. Seguramente has estado con mujeres mucho más bonitas y sin ningún tipo de defecto en sus cuerpos. En cambio, yo no soy perfecta...

—Tienes terminantemente prohibido cohibirme de tanta perfección y belleza, ¿me entiendes, conejita? — suspiré—. Tu eres hermosa, no tienes nada que envidiarles a otras mujeres. Para mis ojos eres perfecta, ni te sobra ni te hace falta nada; así como eres me encantas. No permitas que la inseguridad arruine los momentos maravillosos que lleguen a tu vida. No te imaginas lo mucho que me gustas, y lo mucho que me estoy conteniendo para no tomarte como tanto lo he soñado, pero mi madre me enseñó a no ser un hijo de puta con una mujer. Por eso te pido que, en cuanto te haga mi mujer, no vayas a hacerte ideas que te hagan alejarte de mi lado. A mí no solo me gustas para llevarte a la cama, Carol. Te prohíbo que te vuelvas a menospreciar de esa manera tan horrible tu misma. ¿Claros?

—¿Dónde estabas? — sus ojos adquirieron un brillo doloroso para mi pecho—. Perdóname, sucede que esto es nuevo para mí. Es la primera vez que un hombre tan atractivo me ve desnuda, es normal sentirme insegura.

—Deja de pensar tanto y disfruta, mi conejita — empecé a bajar mis besos por sus brazos, por sus costillas hasta llegar a su vientre y detenerme a escasos centímetros de la única pendra que cubre su desnudez—. Permíteme disfrutar de cada centímetro de tu cuerpo. Realmente no sé por qué dices todas esas cosas de ti. Si vieras la forma en la que te veo, estoy seguro que no dirías nada de eso. Al contrario, entenderías el por qué me gustas tanto, mi conejita divina. 

Kilian Blaze[En Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora