Prólogo

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No hay palabras para describir el dolor de alguien que por supuesto no somos nosotros. O más bien como lo diría William Shakespeare en su obra de Romeo y Julieta;

Se ríe de las heridas aquel que no las ha sufrido.

—Ailyn......

Llamo la mujer a la chica que se encontraba sentada frente a ella con la mirada perdida en el aire.

—Ailyn.....

Volvió a llamar la mujer con voz recelosa. Esta vez por fin pudo llamar la atención de la chica. Que con casi un susurro contesto, haciéndole ver que sí estaba poniendo atención.

—Cómo estás Ailyn?..¿cómo te sientes?.

Ella procedió a sonreír con naturalidad observando atraída sin saber la razón aquella pila de papeles, plumas ordenadas entre otras cosas más que estaban sobre el escritorio.

— Estoy bien.

—Si estás aquí es porque no estás bien. Dime ¿qué es lo que pasa?..

Su sonrisa desapareció de su rostro, su semblante había cambiado totalmente. Sus manos y sus labios temblaron. Como si de todos los miedos que existen en el mundo hablar franca y sinceramente fuera el peor y el más grande miedo. Dio un largo suspiro antes de comenzar a hablar.

—Ya no sé como me siento en realidad o siquiera como debería.

Aquella mujer de cabello casi canoso sintió como dentro de ella su corazón dolía.

—¿Por qué no me deja intentarlo?...¿por qué tengo que ser yo?...

—Ailyn...

Hablo la mujer con voz temblorosa.

—No. No está vez.

Los ojos de la chica comenzaron a cristalizarse.

—No puedo dejarte hacerlo..

—¿Por qué no?... todos los días tengo que sonreír, tengo que tragarme todo lo que tengo aquí y ¿sabe algo? Duele. Duele más de lo imaginable. Estoy demasiado cansada de intententarlo.

Confesó la chica mientras observaba a la mujer que estaba frente a ella sentada en su escritorio, era la única que quedaba en la vida de Ailyn, lo último que le quedaba pero sobre todo la única que no le había fallado.

Quizás él también lo esté—pensó la chica en su mente.

—No hay vasija que no se pueda reparar...

Le afirmó sonriente la mujer, tratando de hacerle entender que aún tenía solución, que aún se podía intentar, que aún no era tiempo de darse por vencida.

Y ella mas que nadie lo sabía, era mucho lo tenía en su corazón que se sentía demasiado cansada para continuar.

—Estoy demasiado cansada que ni yo misma me puedo reparar. Duele, tanto que no quiero volver a unir mis piezas...Pensé que él me entendería. Me ayudó por nada.

—Mi bella y linda Ailyn-le susurró la mujer mientras acariciaba su pelo-aún quedó yo, aún estoy aquí....aún estoy contigo...

La chica se le formo un nudo en la garganta, trato de ser fuerte una vez más pero le fue imposible. Estaba al borde, sus ojos se humedecieron y está procedió a convertirse en un llanto, cargado de muchos sentimientos, de mucho dolor pero sobre todo de aquello que no se puede explicar con palabras.

—Shh aquí estaré contigo....siempre....

Pero como todo y como todos, por primera y última vez, esa también fue una mentira.

Una vez más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora