Capítulo Seis

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Ailyn;

Fue un dolor imprevisto lo que me hizo abrir los ojos. Traté de alzar mi cabeza pero el dolor solo se agrando haciendo que soltara un ruido quejumbroso, parpadee un par de veces más antes de que mi vista se pudiera aclarar pero aún después de eso todo continuaba oscuro.

Sabía que me encontraba en una habitación por la simple razón de que el aire acondicionado mantenía la temperatura agradable. Estiré mis piernas entumecidas y procedí a levantarme de la cama, di unos golpes suaves a mi propia cabeza queriendo aliviar aquel dolor, aunque por supuesto eso era lo último que pasaría.

—Vaya por fin despiertas.

Una voz irreconocible para mí habló con cierta burla.

—Dyl..

Mencioné restandole importancia aquel detalle.

—¿Sabes?—continuó, mientras me dirigía a las cortinas caí en cuenta que aquella voz era nada familiar, mucho menos era de Dylan o Alex—Estaba a segundos de llamar a emergencias.

Finalizó.

Pensé que la razón por la que no reconocía aquella voz se debía a la resaca que sentía, pero la verdad era que en realidad. Sí. No lo conocía. Y pude confirmarlo una vez que las cortinas de las ventanas se abrieron.

—¡¿Quién eres tú?! Y ¿qué haces en mi habitación?.

El desconcierto se apoderó de mí al ver que aquel solo se mantenía en su lugar con una tranquilidad indefinida. Mantenía una copa de quien sabe que tipo de bebida en su mano. Nisiquiera le di importancia al hecho de que la luz del sol me lastimaba los ojos.

—¡Te hice una pregunta!

Le hablé de nuevo y está vez él me dirigió su mirada, una sonrisa divertida curvo en sus labios. Él vestía una camiseta negra con un jeans negro.

Y en alguna parte de mi mente supe que su rostro, su sonrisa, lo había visto en alguna parte.

Vamos Ailyn recuerda. ¿Qué pasó?..

—Si no vas a hablar—espeté—has el favor de salir de mi habitación.

Una risilla escapó de sus labios aunque está vez sí hizo un movimiento, el cual fue levantarse y acercarse a mí.

—¿Planeas sacarme de mi propia habitación?..

Refutó con frialdad.

Miré a mi al rededor. La cama, el sofá, la simpleza de la habitación, el orden incorrecto.

No era mi habitación.

No era la habitación que Dylan reservo.

—Veo que te has dado cuenta..

Afirmó acercándose más a mí.

Lo observé a detalle, sin perderme nada de él. Supongo que él hizo lo mismo.

Su cabello, sus ojos, su sonrisa.

El bar. El hospital. La plaza.

Una vez más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora