Un amanecer se asomaba como cualquier otro en la mañana que se avecinaba en Escárlian dando un cielo color azulado y rojizo, las nubes blancas que adornaban el cielo pronto se empezaban a contaminar de un gris oscuro por el humo que provenía de la tierra, pues era el fuego que ya se apaciguaba de un pequeño poblado por soldados de estandarte de una estrella blanca atravesada por en medio por una figura de espada y una corona dorada en el mango de la espada adornada de brillos alrededor de esta, pues se trataba de la bandera que representaban y que portaban en sus escudos aún sin daños y en el yelmo o prendas de debajo de la armadura de acero brillantes de los soldados que se encontraban en un pequeño poblado.
El escenario era desolador por ver cadáveres destrozados, mutilados y desgarrados completamente sin identificar la figura humana a la que pertenecía el género si fuesen mujeres y hombres e inclusive niños que perecieron y tuvieron el mismo final desgarrador, otros se encontraban calcinados en los restos de las que solían ser casas, edificaciones y torres de madera y barro pero algunas aún podían sostenerse.
—¡Esto fue una masacre!, ¡Un maldito genocidio!—se acercaba el primer comandante a un hombre que estaba a espaldas, a este comandante lo acompañaban sus tenientes al lado quitándose el casco en señal de pesar y condolencias por las víctimas que se encontraban en aquel poblado ya destruido—. ¿Cuáles son sus órdenes General Dreirius?, ¿quiénes serían capaces de atacar el poblado de Monte Seco?, a estas pobres gentes que trabajaban honradamente para el reino de Alquimiria.
—No fueron hombres o semi hombres los que cometieron esta atrocidad Comandante —el General Dreirius se volvió hacia sus hombres apartándose de dónde estaba quieto dejando ver marcas de desgarres en la bandera de Alquimiria que se encontraba colgada en un altar de una casa de asamblea de los líderes pobladores y dejando ver al momento a sus hombres las cabezas de cinco personas decapitadas debajo de aquella bandera con tres cortadas marcadas en cada uno de sus rostros encimismados.
—¡Licántropos! —se sorprendió el comandante al ver las marcas y consecutivamente huellas grandes de patas de lobo enorme en la sangre desparramada de la sala—, ¡¿porque razón atacarían a esta gente?!, pues ellos no salen de sus guaridas sin un motivo que los aliente a estar de cacería y solamente en su territorio, ¡Esto es una declaración de guerra hacía el Tratado Terrenal!, ¡Una guerra contra nosotros también!
—Esto parece ser que lo hicieron simplemente sin razón algúna, solamente por masacrar a estas personas y destruir todo su poblado —el general Dreirius miraba despechado con cierto resentimiento y dureza firme en su mirada madura y después retiraba su casco para volverse con sus hombres y caminar por los caminos de Monte Seco que ahora yacían cos escombros desperdigados, cadáveres desechos, pertenencias y armas de la gente que intentaba persuadir el ataque de los Licántropos pero que nunca pudo ser, pues ahora un batallón dirigido por el general Dreirius de la vanguardia de Elementalia que había llegado después de los acontecimientos por un aviso en forma de alerta enviada por los mensajeros de Alquimiria, luego el general continuo hablando—. Si nos ponemos a pensar un momento, parece ser que esté ataque pudo haber sido planificado estratégicamente por esos bastardos.
El general ordenó la búsqueda y rescate de posibles sobrevivientes, después mando mensajeros hacia Alquimiria para que el reino mandara hombres y el ejército disponible con el fin de ayudar con el trabajo y deber para cooperar con el levantamiento de cadáveres, escombros y resguardar objetos y pertenencias de utilidad.
Mientras el General planificaba los próximos movimientos, trazaba mapas y rutas con sus tenientes en una mesa que habían sacado al aire libre alrededor de sus demás soldados que se encontraban ayudando con el equipo de busqueda y rescate y otros estaban en guardia, pero en un instante dos guardias que estaban por el perímetro del poblado de Monte Seco comenzaron a alertar a todos con gritos despavoridos que corrían de nuevo hacia el general. —¡Vienen más!, ¡Se acercan más Licántropos! —corrian los dos soldados pero uno de ellos cayó de frente como si pareciera un tropezón pero desafortunadamente no lo era ya que al caer todavía quedó arrastrándose su rostro y torso sobre la tierra por la fuerza emitida de una gran flecha clavada en su espalda pero más grande y ancha que la que usan los hombres y semi hombres de Escárlian.
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La Bruja Grínda II: Las Líneas Enemigas.
FantastikLa Cuadrilla Magical se ha separado en dos duplas luego de los acontecimientos trágicos y devastadores que pusieron en juego la vida de las brujas como de sus fieles sirvientes por sus antiguos adversarios, los Brujos de Tinielaria. Ahora, además de...