CAPÍTULO 1: La vida es una. (+18)

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—Narrador Omnisciente—

Pasaban ya las 8 de noche, el pueblo estaba un poco tranquilo y mirándolo desde las frías y lúgubres montañas, con sus luces de diferentes colores e intensidades, causaban en Pedro un poco de nostalgia y melancolía. Algunos árboles interferían un poco la visibilidad, pero realmente era una vista hermosa y única, como para disfrutar en compañía de un ser amado.

Pedro aguardaba tranquilamente sentado en una silla, al lado de un pequeño fogón en el piso, preparándose un porro de marihuana, cuando de pronto llegó Luis.

—¿Coño mano otra vez tú? ¿De verdad no te puedes coger a otra caraja y ser feliz por un momento? —manifestó Luis, con imprudencia y sinceridad.

—No vengas tú, Luis, otra vez con tu cuento. Ya deja la ladilla (el fastidio). —contestó Pedro, con molestia por el reclamo impertinente de su primo.

—No es ladilla (fastidio), mi hermano, estás claro que Juancito me va a cortar la cabeza si sabe que bajaste al pueblo simplemente a echar un polvo y que yo no hice nada por detenerte. —aseguró Luis, siendo franco y honesto con él para tratar de hacerlo entrar en razón.

—Él no se va a enterar, porque tú simplemente no tienes que echarme la paja (delatarme). —habló Pedro, bajando el tono de voz para que comprendiera un poco su punto de vista.

Eran momentos sumamente difíciles en el pueblo y la mina. Pedro y Luis tenían que estar vigilando con su grupo constantemente por si llegaban los verdes (guardia nacional) o venían los de la banda contraria. Él sabía que tenía que portarse serio (aguantar y ser hombre) para hacer al pie de la letra lo que le pidió su tío Juancito.

Pero la hombría y las ganas hacia esa mujer; Valentina, lo estaban volviendo loco. Él ya tenía casi una semana que no sabía nada de ella, ni siquiera podía mandarle un mensaje o llamarla porque donde se encontraba ubicado la señal era completamente nula. En las montañas había muy poca recepción y solo podían conectarse si se encontraban un poco más abajo, en la zona de los molinos. Pero en ese momento no podía darse ese lujo, tenía que cumplir su guardia donde Juancito, su tío, lo ubicó ese día. Le tocaba esperar a que él apareciera por arte de magia y le diera letra (permiso) para poder bajar al pueblo y escaparse por unos días.

—Qué arrechera me da mano. —Bufó con fuerza Pedro, con total desagrado por la situación que estaba viviendo en ese momento.

—Tranquilo mi loco, aguanta un poco, tas claro que no te puedo hacer el coro (cubrirte). Aguanta un poco y listo. Si quieres te cuadro a una de las locas (a una prostituta) que están durmiendo cerca del molino para que te desahogues. —Añadió Luis con una enorme sonrisa en el rostro, para tratar de alegrar un poco a su desconsolado primo.

—¡Verga no!, tú lo que me vas es a traer al gallo más gallo (una chica fea) que veas, para joderme la vida —Sonrió por un momento Pedro, dejando de lado un poco su tristeza.

—¡Habla claro (dime) mano!, que tengo que ir a revisar unas vainas allá por el molino y regresó en una hora. —Se quedó Luis esperando la respuesta a la insinuante propuesta realizada hace unos minutos.

—¡Dale, si va (está bien)!, no me traigas a una fea, búscame por favor una bonitica. —Replicó el joven moreno y apuesto, con algo de picardía en su mirada.

—¡hahaha ta bien mi hermano!. —Contestó Luis, despidiéndose con un choque de puños con su primo y luego dirigiéndose con 6 hombres más hacia el molino más cercano.

Luis tenía que revisar que todo estuviera bien por esa zona, que no se hubiesen presentado inconvenientes y además tenía que pasar cobrando unas vacunas (impuestos). Por su parte, Pedro continúo sentado en la silla, ya terminado de armar su porro, se lo llevó lentamente a la boca, sacó un encendedor de su bolsillo y lo prendió. Le dio un pequeño jalón (aspirada) que lo puso a toser dos veces.

Pedro CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora