CAPÍTULO 19: El Amor. (+18)

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Pedro se dirigió hacia el pueblo a toda velocidad, luego de un extenuante trayecto se detuvo al frente de la casa de la prima de Valentina, sacó de su bolsillo su teléfono celular para llamarla y decirle que saliera, pero escuchó un pequeño ruido en la puerta y esta comenzó a abrirse, volteo rápidamente y la vio; allí estaba ella, hermosa como siempre de pies a cabeza, de hecho la brisa fría de la noche movió un poco su larga cabellera y Pedro quedó extasiado, él suspiró profundamente, pues creyó haber visto a un ángel, por su completa perfección.

—¿Amor viste a un fantasma? —preguntó Valentina un poco sonrojada.

—jajajaj no vale, no pasa nada mami, te ves hermosa. —Acotó Pedro, sin dejar de mirarla.

Ella subió a la moto y comenzaron a dar vueltas por el Pueblo, hasta llegar a un pequeño restaurante de comida china, se bajaron, al entrar este era un local bastante humilde y acogedor, por la hora ya no había muchos comensales, haciéndolo apropiado para una cita romántica, acompañada de mucha privacidad y ambos se sentaron en una pequeña mesa para dos personas que se encontraba en una esquina con una luz tenue, que le dio el toque especial a la velada.

Un niño de aproximadamente 10 años, con la ropa un poco sucia y gastada, se les acercó con una cesta de rosas envueltas en un papel transparente que tenía corazones, atadas con un listón rojo y le ofreció una a Pedro, para que se la comprara y se la obsequiara a Valentina. Él inmediatamente sacó su cartera del bolsito y se la pagó al niño; además le entrega un billete de 50 dólares, el niño sorprendido le dio las gracias y salió corriendo fuera del restaurante, ella quedó prendada, sus ojos se iluminaron por el gesto tan romántico que tuvo él para con ella.

Al terminar de comer decidieron ir a un mirador a las afueras del poblado, del que se podía contemplar el Callao en todo su esplendor, las luces mezcladas con la oscuridad ofrecieron un festín a los presentes, una noche que se llenó de magia e inigualable belleza, con un panorama único que ofrendó nostalgia, melancolía, mezclada con deseo y lujuria por parte de los dos jóvenes presentes observando el espectáculo.

Ellos conversaron de todo tipo de temas, sobre sus vidas, familias y cayeron en cuenta, que fue el destino quien los unió ese día, ya que ni ellos mismos entendían como dos individuos de mundos y estratos sociales tan diferentes podían atraerse tanto, tener afinidad y encajar perfectamente como piezas de un Lego. Pasaron los minutos y se entrelazaron en un fuerte abrazo acompañado de besos y caricias.

Pedro se encontraba en su punto máximo de excitación y bajo sus manos hasta el trasero de Valentina, lo acaricio con suavidad y timidez, pues no conocía cuál seria su reacción, pero ella no puso resistencia y él continuó haciéndolo, así que él empezó a frotar su enorme pene contra su ingle, haciéndole saber que él ya está sumamente excitado y la deseaba.

El mirador en donde se encontraban ubicados tenía un pequeño banquito de madera, bastante rudimentario, en el que Pedro se sentó junto a ella y continuaron besándose apasionadamente, besó su cuello y Valentina gimió de placer, ella sintió por primera vez en su vida una fuerte corriente eléctrica que recorrió todo su cuerpo y le erizó la piel, los besos de su hombre eran como pequeñas gotas frías de lluvia chocando con su piel en una noche oscura.

—Mami, quiero hacerte el amor. —la miró fijamente a los ojos, esperando un sí.

—¿Aquí y ahora? —respondió Valentina, sorprendida por la petición.

—Sí, mami, me están matando las ganas de estar dentro de ti. —Suspiró profundamente y continúo besando su delicado cuello.

—Sí, amor, yo también deseo tenerte dentro de mí, lo deseaba desde el primer momento en el que te vi. —acotó Valentina, besándolo apasionadamente y esperando a que Pedro comenzara a poseerla.

Pedro CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora