CAPÍTULO 7: El Sistema.

326 120 36
                                    

Luego de un corto trayecto, caminando cuesta arriba por un camino bastante estrecho y boscoso, llegaron a un prado. Donde se encontraban algunos troncos cortados que se utilizaban para asientos, pero también había uno largo y grueso donde colocaban a las víctimas. Pedro dedujo eso por el color rojo de la sangre que se podía notar a simple vista.

Con ellos venían Robert y Pablo, quienes traían unos fusiles guindados en los hombros, escoltando a dos hombres de muy mal aspecto, tanto físico como en sus ropas. Ya que estaban gastadas y sucias por la tierra. Se podría concluir que eran unos trabajadores de la mina. Lo más seguro es que estando en el hueco encontraron alguna veta o cochano y se lo robaron.

En la mina nada te pertenece, solo tu vida. Pero deben acatar órdenes y llevar las cosas con calma, no meterse en problemas ni opinar. Solo los malandros tienen desplace y pueden hacer los que les dé la gana. Como pasa con Pedro y Luis, que a pesar de no estar en las finas delictivas tienen un padrino que es un pesado y los respalda, por eso su estancia en la mina es más relajada.

Al llegar al sitio exacto, Robert arrodilla a los dos hombres en el piso; uno de ellos como de unos 20 o 21 años y el otro parecía un poco mayor como de 30.

—¡Hablen claro!, ¿dónde coño e la madre está el Oro? Sí, no hablan, van pa esa, ¡están claros!. —Pablo comenzó a gritarles e interrogarlos. Inmediatamente, los hombres comenzaron a implorar por sus vidas, sobre todo por el temor que les infundían los dos fusiles que tenían enfrente de sus caras.

—Chamos vale, hablen claro. Estos panas no juegan carritos y están claros que si no dicen donde está la vaina los van a matar. —Pedro no pudo aguantarse y se les acercó de forma amistosa y les comenzó a hacer preguntas.

Uno de los hombres comenzó a soltar prenda (a hablar) y les empezó a contar la historia entre llantos y súplicas. Al parecer ambos estaban dentro del hueco a varios metros de profundidad picando y sacando tierra, pero de repente en una de las paredes vieron mucho oro y no estaba en piedras, más bien estaba suelto y fácil de sacar. Ambos sigilosamente comenzaron a disimular. Uno de ellos empezó a picar ese material y el otro a cantar la zona (vigilar), disimulando, amontonando tierra y colocándola en unos sacos para luego pasarlo a otro trabajador para que lo sacaran del hueco.

Su compañero sacó una buena cantidad y se las metió en los bolsillos. Lograron salir del hueco y justo como era viernes cobraron su paga de la semana, lo que les tocó fueron 3 gramas de oro para cada uno. Y se dispusieron a irse al pueblo con la excusa de cogerse (tener sexo) a unas putas. En esa mina son un poco menos estrictos, pues no se estaba produciendo mucho, es decir, no conseguían extraer mucho oro.

Pero después de que ellos terminaron su turno, entró un nuevo grupo al hueco y descubrieron el hallazgo. Una buena alegría para la mina. Porque de esa forma con esto cobrarían mucho mejor a la semana, quien quita de 5 a 8 gramas.

Los hombres se hacían ganadores con el botín, pero les jugó en contra el vicio, drogas, mujeres y alcohol. Estos mandaron a moler el material con un amigo que trabajaba en un molino aledaño. Pero lamentablemente les echo la paja (los delató). Cuando estos hombres se encontraban de los más felices, con dos mujeres cada uno, marihuana, alcohol y perico o cocaína, los fueron a buscar de la mina porque había una lírica (un problema) y los necesitaban en la base.

Los sacaron del burdel a punta de pistolas, estos pusieron resistencia, pero comenzaron a golpearlos, no los mataron de una vez porque Juancito y Joseito los querían vivos para que cantaran todo el beta (contaran toda la historia) y saber a quién les habían contado que encontraron ese oro. Ya que esto lo que atraería a la mina sería más gente, peligro y deberían conseguir entonces mayor vigilancia.

Pedro CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora