Langa Hasegawa solo pensaba en que la felicidad era casi imposible de alcanzar. Su padre había fallecido un año antes en Canadá, su país de origen, y su madre lo había obligado a mudarse a Japón. Puede que él no haya protestado cuando lo mencionó, pero aquello no significaba que estuviera de acuerdo con la mudanza.
Cuando llegó al aeropuerto de Japón, no tenía ni idea de lo que iba a encontrarse ahí. Además, apenas había practicado el japonés con su madre y algunos conocidos con familiares japoneses en Canadá, pero nunca fueron conversaciones profundas y largas en ese idioma.
Su mente predecía un desastre: se imaginaba que el lugar sería horrible, que nadie querría escucharlo por su japonés poco natural y que sufriría en clases que no entendería y en las que no conocía a nadie. Sin embargo, después de una larga semana de adaptación, se dio cuenta de que se había equivocado. Okinawa era un lugar bello, sin duda; las personas eran amables también y le entendían perfectamente; las clases de la escuela no eran tan difíciles ni aburridas... Incluso, por el simple hecho de ser extranjero, consiguió que muchas personas en la escuela le dieran un trato especial, sobre todo las chicas.
No podía quejarse de nada... Y aun así sentía que algo le faltaba.
En Canadá, él tenía una actividad favorita: el snowboarding. Era un experto en todo lo relacionado a ese deporte y lo llenaba de una adrenalina inimaginable. Lamentablemente, ese era un deporte que compartía con su padre y el cual, desde su partida, juró nunca más volver a practicar, lo cual le dejó un enorme vacío en el pecho
El lunes de su segunda semana de clases anduvo pensando en esta sensación de vacío desde que salió de su casa hasta que llegó a la escuela, y en todo ese camino no descubrió qué podría hacer para volver a llenar ese espacio. Deseaba con todas sus fuerzas volver a empezar en ese nuevo lugar que resultó ser más acogedor y animado de lo que pensó.
Se sentó en un pupitre que estaba entre la ventana y otro pupitre vacío y, segundos después, el profesor entró al aula. Había llegado justo a tiempo para empezar la clase.
Mientras el profesor saludaba a todos y explicaba el tema de la clase, Langa miró hacia la ventana para distraerse pensando en el enorme conflicto que lo agobiaba: ¿Cómo volver a ser feliz ahora que su padre ya no estaba?
– Muchas gracias por ayudar con los textos, joven Kyan –expresó su profesor de pronto–. Puede sentarse.
Langa sintió algo de curiosidad cuando lo escuchó.
Parado al lado del profesor, un chico pelirrojo dejó varias hojas en el escritorio de este y se dirigió en dirección a Langa, pero en realidad terminó sentándose en el pupitre vacío a su lado. Siempre con una sonrisa en el rostro.
Miró de reojo al chico pelirrojo que ahora se sentaba a su lado. Su perfil era bastante atractivo y hasta tierno de ver con esa pequeña sonrisa plasmada en la cara incluso cuando solo dejaba su maleta a un lado y sacaba su libreta de apuntes. Era como un brillo de luz en medio del opaco día que aumentaba su tristeza.
¿Por qué sonríe tanto?, se preguntó mientras los seguía mirando de manera discreta.
No obstante, el pelirrojo notó su mirada furtiva y decidió hacer algo al respecto.
– Hola, me llamo Reki –se presentó sin problemas, aunque disimuladamente y en un tono de voz bajo para que el profesor no lo notara hablando cuando la clase ya había empezado–. Tú eres el extranjero nuevo, ¿verdad?
– Sí, soy yo.
– ¿Necesitas que te ayude con algo? –pregunto amablemente el pelirrojo, obviamente en respuesta a su mirada en secreto.
Langa se sonrojó de inmediato al ser descubierto y arqueó una ceja al procesar lo que dijo el otro. Reki sabía quién era, pero él no lo había visto durante toda la primera semana. Habría notado a una persona tan risueña como él, más aún cuando se encontraban en el mismo salón.
Tal vez estuvo ausente...
Buscó una excusa rápidamente para poder fingir que su mirada no fue a causa de su simple presencia, sino que había algo más.
¡En su mano!
– Yo... Me pareció curioso que llevaras una... –no se acordó de la palabra correcta, así que señaló su propia mano para que Reki lo entendiera.
– Ah, esto... –Reki levanta su mano izquierda, la cual estaba vendada, y suelta una ligera carcajada, como si un recuerdo gracioso hubiera llegado a su mente–. Me caí ayer. No es grave.
Ya, pero... ¿Cuál es la palabra?
Pensó en voltearse y seguir mirando la ventana, pero hubo una sensación dentro de sí mismo que se lo impidió. ¿Realmente quería voltearse y ser así de grosero con el chico para sentirse miserable solo, o en verdad quería intentar hacer más amistades con los chicos de su escuela y distraerse para no sentir ese vacío que tanto lo perturbaba?
La respuesta era obvia.
– ¿Qué pasó? –preguntó Langa tratando de romper el hielo, intentando dejar de lado aquello que lo acongojaba.
Él no sabía por qué, pero sintió que Reki se había alegrado mucho por la pregunta.
– Bueno, te contaré...
Langa no creía en las energías y cosas de ese estilo, pero algo en Reki era simplemente extraño, en el mejor de los sentidos. Irradiaba todas las buenas cualidades habidas y por haber, como un sol que poco a poco se abría paso tras un día lluvioso.
Hablaron por varios minutos, solo hasta que se les asignaron ejercicios para resolver, pero el buen humor del chico ya había contagiado a Langa.
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Ghost of You (Renga - SK8 The Infinity)
FanfictionLanga llegó a Japón sin esperanzas de volver a encontrar la felicidad, pero todo cambió cuando conoció a Reki, un chico muy amable de su escuela y un gran aficionado al skate. Ambos entablaron una bella amistad y Langa, consciente de que ambos quier...