Todavía recuerdo el día en que lo conocí, el día en que mi vida dio un vuelco. El entraba por la puerta como un torbellino, el pelo alborotado y las mejillas sonrojadas.
Aún puedo describir perfectamente su rostro; pelo castaño, corto y un pequeño tupé hacia arriba, ojos color café, sus ojos eran pequeños pero se podía percibir una gran energía y sinceridad en ellos, nariz pequeña, dientes perfectamente alineados acompañados de una sonrisa encantadora. Tenía unas facciones bastante marcadas, que lo hacían aún más interesante de lo que parecía.
Ese día era mi primer día en el instituto Coachford. Soy Julia Miller tengo 17 años y vivo en Cork, Irlanda.
Me podría describir como una chica del montón, una chica que va a lo suyo, no a lo de los demás. Una chica aplicada, una chica tímida.
Como iba diciendo, ese era mi primer día en el instituto Coachford. Él entraba tarde a clase, algo que parecía ser normal debido a que el profesor no objetó nada al verlo llegar. Él simplemente se sentó, al final de la clase, como buen chico malo que era. "Seguro que es el capitán del equipo de rugby" pensé. Él, por supuesto ni reparó en mí. Era invisible para todos y casi lo prefería. Odiaba llamar la atención, sobre todo si era por ser el nuevo bicho raro de la escuela.
En cuanto terminó la clase, todo el mundo salió del aula como alma que lleva el diablo. Yo me tomé mi tiempo en recoger mis cosas. Al salir me encontré al "chico duro" rodeado de un grupo de chicas. "Si saliera cada fin de semana con una de esas chicas es posible que tuviera citas durante todo el semestre... Pero a ti esto te da igual Julia, ¿por qué estás pensando todas estas chorradas?"
Después de dos clases más en las que ni una sola persona se acercó a presentarse llegó la hora del almuerzo. Observando el plano de la escuela me dirigí al comedor. Después de comprar en el bufet un sándwich, un zumo y algo de fruta, me dirigí a una mesa apartada de todo el mundo. Pero mis pies querían jugarme una mala pasada y se engancharon con una mochila mal colocada en medio de la cafetería, con tan mala suerte que fui a derramar todo el zumo encima del chico ojos de color café '' ¡¿Quién narices...?!'' chilló. 'Por favor, que me trague la tierra' dije para mis adentros.
-Lo siento, perdona he tropezado y... no era mi intención de verdad... - me quedé totalmente avergonzada mirando al suelo. Seguro que si le miraba a la cara sus ojos se habrían convertido en un negro azabache por culpa de la furia.
-No te preocupes, tengo más ropa en la taquilla – me dijo elevándome el mentón con uno de sus dedos para que pudiera mirarle a los ojos. - ¿Eres nueva? Una cara tan bonita no la olvidaría fácilmente.
Si, increíblemente, esa fue la primera vez que nos conocimos, una forma bastante extraña de comenzar todo...
A partir de entonces, él comenzó a saludarme todos los días y comenzamos a hablar más a menudo. Meses más tarde, estaba saliendo con el 'chico malo' del colegio.
Y por imposible que parezca, me gustaba, me gustaba muchísimo. Él era diferente, me complementaba.
Él era diferente a todos los demás no era un chulo, sino un rebelde, no se reía de los demás sino que buscaba la forma de pasarlo bien con todo el mundo, no juzgaba a las personas por su aspecto, sino que las aceptaba, era un chico muy respetuoso.
No nos importaba lo que dijese la gente, no escuchábamos las idioteces de la gente, no nos hundían, al revés, nos hacían más fuertes.
Aún me acuerdo de cada palabra de la carta que me dedicó el día de mi cumpleaños.
"Me encanta la forma en la que coges mi mano cuando caminamos, nuestras manos encajan perfectamente, es como si nuestras manos estuviesen destinadas a hacerlo. Todo lo que significan para mi cada una de tus pecas de las mejillas. Sé que tú no te ves igual que yo te veo a ti, pero no puedo esperar ni un minuto más sin decirte lo tremendamente perfecta que eres para mí.