Honduras x Israel (Parte 5)

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Qué rápido habían pasado las horas, hace apenas unos segundos iniciaban las nueve de la noche, con las estrellas saludando, la extensión del vacío asomándose sigilosamente, la luna presente para arrullar cual madre amorosa a los que deseaban gozar de un sueño relajante, y el silencio de las calles dado por aquellos que dejaban todo de lado para acomodarse en sus acogedores hogares.

Ahora ya estaba cerca de ser las siete y media de la mañana, con todo el escenario natural listo para relucir sus maravillosas armonías en distintos escenarios. La actividad de las personas se notaba, algunos abandonaban sus viviendas para ir a trabajar, otros permanecían en sus cómodas camas para gozar de su suavidad, y otros iniciaban una rutina simple al lado de sus familias, agradeciendo poder pasar un día más con ellas.

Las nubes matutinas fueron separándose y haciendo desaparecer su vaporosa estructura por lo ancho del cielo inmenso, dejando ver el precioso color azul celeste que decoraba en mantos felices y agradables lo ancho de todo el territorio marítimo. Sus tonos suaves combinaban muy bien con el agua cristalina; casi daban ganas de darse un chapuzón gracias a eso.

Con la despedida de las esponjosas porciones blanquecinas, el sol hizo su inigualable aparición en la esquina del horizonte, iluminando todos los alrededores y filtrándose en sitios en los que quizás no era del todo bienvenido, mas si necesitado.

Varios de esos sitios fueron algunas ventanas pertenecientes al Exodus, que seguía en marcha automática por el gran espacio acuático que parecía no tener fin, aunque sí lo había, y éste mismo lo esperaba ansioso para maniobrar con éxito la misión del capitán. Todavía faltaba mucho, dos días para ser exactos, y se esperaba que ningún otro incidente tropezara contra la vieja estructura marítima.

Volviendo a los rayos solares, varios de ellos se derramaron por cada hueco o abertura que le diera pase libre a la luz blanquecina y amarillenta, siendo la habitación donde antes descansaban tranquilamente nuestros dos pequeños países una de las cómplices de aquella estela pálida. La iluminación repentina se esparció por las cuatro paredes, todo por culpa de haber olvidado cerrar la claraboya en la noche, y ahora sufrían las cariñosas caricias de la gran estrella cósmica.

El catracho fue quien tuvo mayor problema con ello, pues su figura percibió las energías mañaneras y, gracias a la rutina que adquirió de levantarse temprano durante las últimas tres semanas, su cerebro procesó los recuerdos y obligó a trabajar a la pobre consciencia del latino, dándole el aviso de que debía movilizarse.

Un par de quejidos y un bostezo breve salieron de la boca del centroamericano al despertarse, sintiendo más que pereza, holgazanería, fatiga y dolor muscular en toda su magullada estructura. Intentó extender sus articulaciones para acomodarse, creyendo que la aflicción se desaparecería de esa manera, mas lo único que recibió fue un tormentoso pálpito en su brazo y en su torso, formando un gruñido agresivo en protesta.

—¡Agh! ¡Mierda! —Se mantuvo quieto de golpe y mordió su labio para soportar las contusiones que fastidiaban a sus puntos débiles. Hundió su cara en la almohada por la vibra pesada que contenía su cuerpo, como si se tratara de una camiseta de fuerza.

Gracias a ese brusco contacto, su cabeza percibió las mismas ondas insufribles que generaron una indeseada dosis extra de sufrimiento, obligando al pobre catracho a permanecer inmovil en su sitio y así evitar ser castigado por su propia figura. Se sentía traicionado por su mente y su físico, alegando absoluta decepción por tirar toda su resistencia a la basura.

—Y yo que creía que ejercitar con el gringo me iba a servir de algo —Soltó una risa algo pesada y afligida, tosiendo un poco por la presión sus pulmones—. Dios... Me siento de la verga.

Enculado | Honduras Harem |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora