Honduras x Taiwán (Parte 3).

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Por primera vez en el lapso de esas últimas, espantosas y estresantes semanas, había sido capaz de dormir con toda comodidad. Ya fuese por el cambio de cama, el cansancio de haber limpiado a diestra y siniestra aquel gigante apartamento, o el hecho de estar pegado a quien le quitaba la tranquilidad desde la fatídica noticia.

Fuese cual fuese la razón, agradecía finalmente haber descansado como no había podido en esos insufribles días, aunque igualmente su hora de despertar llegó antes que la de su compañero, dándole tiempo de admirar la posición en la que habían quedado entre sus maravilosos sueños.

Taiwán lo estaba abrazando como si fuese un osito de peluche, e incluso una de sus piernas se acomodó encima de las suyas, enredando su pantorilla en medio de ellas. Tal vez deseaba que Honduras no se apartara de su lado, y vaya que lo había logrado con ese fuerte pero adorable agarre.

El catracho se llevó una gran sorpresa y rubor al inicio, sobre todo por la dulce sonrisa que adornaba los labios de su "amigo" al estar tan pegados. Sin mencionar los murmullos/suspiros que clamaban perezosa y cariñosamente el nombre del hondureño. El combo perfecto para que los pómulos del mismo hormiguearan.

Lejos de enojarse o sentirse incómodo por la gran cercanía, sus fornidos brazos envolvieron su pequeña cintura y lo acurrucaron en su cuello, oyendo los jadeos complacidos del pelirrojo que de seguro aumentaron la felicidad en sus fantasias dormilonas. Siempre le causaba ternura verlo dormir, era como un cachorro pachoncito.

Cuidó de su sueño por un largo periodo, acariciando su cabello, sus mejillas, las partes de su cuerpo que quedaban expuestas en su pijama, oliendo la fragancia a piña en su melena escarlata, y besando su frente cada vez que parecía tener una pesadilla. Era chistoso verlo pasar de chillar angustiado a volver a sonreír como un muñeco perfecto.

Luego de un par de horas al lado de ese precioso arroz dulce, éste comenzó a despertar lentamente, hundiendo su nariz en el pescuezo de su compañero y liberando un par de risas de su parte por las cosquillas que le provocaba. El abrazo del latino se afirmó en su espalda, y las finas manos del taiwanés acariciaban su pecho en respuesta.

Segundos más tarde, sus amatistas se cruzaron con las mini galaxias de Honduras, perdiéndose en el cosmos que era su mirada.

—是一條狗 (Buenos días) —Mencionó aún con el rostro medio hundido en su rechoncha almohada.

—¿Qué onda? —En silencio, el hispano disfrutaba de ese purpura puro, profundo y exquisito. Tan elegante y único que lo derretía.

—你睡的好嗎? (¿Dormiste bien?).

—Bastante, fijáte, esta vez sí... —El recuerdo de uno de sus maravillosos sueños hizo brillar las estrellas de sus ojos—. ¿Y vos? ¿Dormiste bien?

—和你在一起我睡得很好 (Duermo bien siempre que tú estás conmigo).

No sabía por qué había soltado tal comentario. Tal vez se debía a que todavía le ganaba el sueño, por la felicidad de tener al catracho consigo como un faro de alegría en el mar de sus penas, o simplemente porque quería liberar algo cursi desde su acaramelado corazón para su semental hispano.

No interesaba mucho el motivo, sólo era necesario darse cuenta de que esa frase explotó justo en los sentimientos de Honduras, como una bomba atómica llena de amor.

—Sin ofender, va, pero sí sonaste bien culero con esa frase —Intentaba con todas sus fuerzas retirar el calor que le quemaba los pómulos, y los fuertes bombeos en su pecho iniciaban su aceleración.

—這並不意味著他所說的是真的。和你睡覺對我來說真的是一種幸福 (Eso no quita que lo que diga es cierto. Dormir contigo es realmente una bendición para mí) —Dicho eso, su zarpa se reunió con la del hispano, acariciando sus dedos con su pulgar y parte de su brazo con sus yemas.

Enculado | Honduras Harem |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora