Honduras x USA (Parte 3).

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Existen momentos de lucidez en tu día a día que te hacen cuestionarte el porqué permitiste que tus miedos y preocupaciones formaran una poderosa barrera alrededor tuyo, impidiéndote acercarte a lo que más te hace feliz, o a lo que promete llevarte a cumplir todas las metas y expectativas que alguna vez tuviste.

Tantas preguntas, inseguridades, excusas y pensamientos invadiendo tu mente que bloquean tu capacidad para hacer lo que te gusta, con la gente que te ama y en los mejores escenarios posibles, todo gracias al pavor que los malos ratos inculcaron en ti. Permites que el posible arrepentimiento del futuro se convierta en un muro que te separa del maravilloso presente que se desvanece frente a tus ojos, mientras crees que no hay nada que tu débil aptitud logre cambiar.

Una buena explicación para las distintas crisis que nuestro querido hondureño sufría constantemente, con la mirada hacia sus zapatos, sentado en su cama, consolando sus lágrimas en compañía de la noche y la oscuridad, porque le resultaba humillante permitir que siquiera la luz fuese testigo de lo patético e impotente que se sentía, sumiso a sus temores y permitiendo que el peso del pesimismo lastimara sus sentimientos de las maneras más atroces.

Cuántas noches no sollozó bajo la almohada, soñando despierto o dormido con una realidad completamente distinta, donde su posición en el mundo fuese infinitamente superior, donde todos supieran de su existencia, donde todos lo admiraran, y que fuese un ejemplo para el resto de naciones que dejarían de verlo por encima del hombro.

Una economía saludable, una sociedad sin violencia, un paraíso turístico para todo aquel que quisiera aventurarse, y que todas las familias que fueron alejadas alguna vez, regresaran para celebrar juntos su triunfo masivo. No era mucho pedir, eso es lo que todos quieren, pero muy pocos lo consiguen.

Fue por eso que, al crear aquella celebración, por mucho que anhelara una victoria en ella, genuinamente aseguraba que sería un fiasco, porque, ¿a quién le interesaría ir a celebrar la llegada de un nuevo presidente en un país irrelevante que apenas puede mantenerse de pie? Seguramente no a muchos, menos si se trataba de él.

No tenía el desarollo de Costa Rica, ni el canal de Panamá, ni la seguridad de El Salvador, ni la economía de Guatemala, ni la igualdad de género de Nicaragua. Hasta Belice, siendo más joven y pequeño, ganaba mayor estima y reconocimiento gracias al gran agujero azul. ¿Cómo se atrevía a imaginarse que algún otro país se interesaría en cualquier festejo que tuviese que ver con su persona?

¿Cómo esperaba ser reconocido por cosas tan básicas como bonitas playas o una cultura preciosa? ¿Cómo esperaba ser exaltado cuando casi todas las noticias respecto a él eran negativas? ¿Cómo en su mente cabía la posibilidad de que su diminuta posición en el mundo tuviese el foco de atención por una vez?

¿Cómo era tan iluso por creer que el estadounidense volvería a ser lo que alguna vez fue con él?...

Afortunadamente, para eso estaba el destino; para hacerle ver por un par de horas la fantasía que, hasta ese instante, afirmaba que sería imposible de llevar a cabo, pero gracias a Dios que la semilla de esperanza muy oculta en su corazón, encontró el momento perfecto para germinar y llevar alegría al cohibido catracho.

A medida en que los minutos concluían, varias banderas deleitaban a los civiles y a las naciones ya establecidas en el aeropuerto con su eminencia, siendo recibidos cual realeza y con el hondureño al mando para asegurarse de que la existencia de la imperfección fuese una leyenda urbana. No importaba si ya llevaba horas haciendo lo mismo, el simple hecho de ver la lista de invitados ir en aumento, era tanto conmovedor como aterrador.

Gracias a la dichosa cantidad de aliados en camino, casi ni le dio tiempo para relajarse o tomarse un merecido respiro para terminar de analizar la situación en la que se había envuelto, temiendo que en algún momento sufriera un ataque de pánico o euforia debido a las emociones mezcladas, formando un huracán en su interior. No sabía si estar feliz o asustado, porque la presencia extranjera era un regalo, pero temía estropearlo con algún incidente inesperado que dejase un amargo sabor en las bocas de todos.

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⏰ Última actualización: Oct 18 ⏰

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