No sabía porqué había actuado tan inesperadamente, siempre solía sobrepensar todo hasta darle un millón de vueltas en mi cabeza, consiguiendo así un esperado dolor en las sienes. Sin embargo en ese momento había sido totalmente diferente, lo tenía cerca de mí, lucía muy guapo y sexy, y como si no fuera suficiente estaba sudado.
Tan malditamente sensual.
Sus labios estaban contra los míos, los míos tenían el poco control que podían contener ante alguien como él.
Estaba tratando de mantenerme cuerdo, estaba tratando de no pensar en las mil y una posibilidades por las cuales podría rechazarme y terminar muy mal, en serio lo estaba intentando.Sus labios estaban inertes, estaba en aprietos muy probablemente.
Me alejé lentamente, como el amanecer iluminando la ciudad, sentí la necesidad de hacerlo aunque sinceramente no quería dejar de besarlo, si tan solo hubiera movido sus labios para jugar con los míos, hubiera seguido, no me hubiera sentido tan mal.
No quería verlo a los ojos después de eso, me sentía vulnerable, por ello, de golpe, volví al pasto y miré a las incontables estrellas que el cielo contenía. Respiraba agitadamente y todo por él y sus labios.
Él volvió al pasto también después de observarme por unos segundos. Pude sentir su mirada sobre mí, como hielo calando hasta mis huesos.
Probablemente había arruinado una amistad que ni siquiera había dado inicio.
Sin embargo no sentía la culpa como para decir en mi mente, "mejor no lo hubiese hecho", porque lo haría una vez más.Había una tensión palpable entre ambos. Tensión de dos desconocidos que acaban de besarse.
Tenía que hablar, decir algo.
—Perdón, no debí hacerlo... —mentí.
No quería mirarlo, y al mismo tiempo quería hacerlo para tratar de averiguar si estaba incómodo o pensativo, como yo.
—No tienes que disculparte. Está bien.
No esperaba tal respuesta, realmente estaba esperando una respuesta negativa de su parte, como un ligero reproche o un sermón del porqué no debí besarlo.
Pero no hubo uno, estaba perdido, quizá feliz. ¿Qué se supone que tenía que hacer después de eso?—Pero, creo que fue muy imprudente —dije.
—Lo fue, realmente no lo esperaba.
Entonces volteé a verlo, él me miraba a mí, incluso cuando tenía tanto por ver, me estaba mirando a mí. Quizá me estaba ilusionando demasiado pronto, pero no es algo que las personas puedan controlar.
—¿Pero entonces no le molesta? ¿No fue incómodo?
Negó mirándome a los ojos, lo cual siempre me ponía nervioso, sin embargo logré mantenerme firme mirándolo a los hermosos ojos que tenía; esos que fácilmente podrían formar parte del ejército de estrellas que el cielo regalaba.
No sabía qué venía. Solo lo miré y sonreí tratando de tranquilizarme un poco.
Él me miraba los labios y yo hacía lo mismo.
Rápidamente llevó su gran mano hasta detrás de mi cuello y se acercó muy peligrosamente a mí.
Ahora yo estaba petrificado, y cuando menos lo esperé, era él quien me besaba con mayor determinación y experiencia.Sus labios me enseñaron lo que era tener autoridad y como debían moverse, cerré los ojos y escuchaba el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas y el de nuestros labios. Me sentía aturdido, en el bendito cielo, navegando cual astronauta por el espacio y tocando con las yemas de mis dedos cada estrella y cada planeta que en él habían.