Los hombres tensos y con batas blancas solamente me ponían más nervioso.
Mis manos, al igual que mis piernas temblaban, estaba perdido en algún lugar dentro de mí cabeza recordando a mamá.
Y siendo sincero no quería recordarle tan feliz como era antes, no quería verla sonreír ni siquiera imaginar las avasallantes risas al lado de papá, cuando fingía que todo estaba bien. No quería recordarle como si ya no existiera.
Pero, tenía un estúpido cerebro, y era imposible. Me dolía pensar la posibilidad de que me dejase.Tenía miedo, me sentía aturdido, parecía totalmente irreal, cerré los ojos en varias ocasiones por segundos pensando que al abrirlos todo iba a ser solamente un sueño o una visión loca, pero, cuando mis ojos se abrían en una nueva ocasión seguía estando allí, en medio de aquella sala de urgencias llena de doctores.
Quería llorar, sentía un nudo retorciéndose en mi garganta, quería a mamá, quería que me dijera que todo iba a estar bien como cuando era pequeño y solía hacerme daño. No quería estar solo. No podría con ello.¿Qué estaba pasando?
¿Donde estaba papá?
¿Por qué a mamá?—Toma, bebe un poco.
Me sobresalté un poco, estaba sumergido totalmente en mi pena, cuando oí la voz grave, pero suave de él hablándome.
Levanté mi mirada de los brillosos azulejos de aquella sala y lo miré allí.
Era Tony, con un vaso de agua para mí.—Gracias.
Era consciente de cuanto temblaban mis manos, pensé que podría notarlo, pero no podía detenerlo.
Llevé mi trémula mano hasta el vaso, él miró con cuidado, y mientras lo dirigía a mi boca derramé un poco en mi ropa. No quería que dijera nada al respecto y así fue, ambos fingimos que tal momento no había sucedido.Tenía la garganta seca, bebí el agua como un desquiciado.
Él se sentó al lado mío, bastante cerca ya que el intento de sofá era pequeño, y estaría tan avergonzado o incómodo con él por lo que estuvo por suceder wn su casa pero habían otros sentimientos habitando mi ser. Tan solo quería que me abrazara, pero no podía pedírselo. ¿Cómo, de qué manera? Aún éramos desconocidos.
—¿Cómo está? —preguntó suavemente, como si con levantar la voz pudiese romperme y creía que en tan poco tiempo me conocía tan bien porque así era, y en medio de aquel naufragio su calma voz me hacía sentir un poco mejor.
—No sé nada de ella, no sé cómo está...
Tenía que dejar de hablar porque tenía ganas de llorar y a ese paso lloraría desconsolado justo allí, frente a él.
—¿Quieres que pregunte por ella? —sentía por alguna razón como si Tony fuese mi padre. Ese que hace las cosas las cuales yo no podría hacer.
Asentí y musité un débil; —Por favor.
Me dio una sonrisa reconfortante de esas que sabes que dicen: "está bien, no te preocupes."
Se puso de pie y se dirigió adónde una mujer de muy mal carácter atendía a todas las personas.
Observé desde la lejanía como pacíficamente charlaban, fueron minutos, quizá segundos, luego Tony asintió y por su expresión logré adivinar que las noticias no podían ser buenas. No quería que llegara hasta donde yo estaba porque una parte de mí no quería oír lo que sus labios tenían para decirme.Pero llegó y se sentó al lado mío otra vez pero sin musitar una sola palabra.
—Ingirió muchos medicamentos, ella... —suspiró— ella aún no responde, la tendrán en observación toda esta noche.
Su mano se posó en mi muslo igual de suave que todos sus movimientos, cerca de donde mi, también fría y trémula, mano se encontraba.
Me quedé sin palabras.