Nara Vasilakis, tiene 17 años y vive una vida pacífica en la ciudad de Woodsboro. Todo va muy bien: tiene padre cariñosos, amigos, un novio que le ama y no puede quejarse de sus calificaciones en la escuela.
Con todo, la vida le trata bien.
Sin emba...
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Luchó contra el impulso de llorar por la traición que desgarraba sus entrañas, tragándose el vómito en su garganta cuando se dio cuenta de lo ignorante que había sido.
Había tantas, tantas banderas rojas que felizmente ignoraste.
Tus manos taparon tu boca. Deberías haber sabido mantenerte alejado después de que tu instinto prácticamente te gritara ese día junto al lago.
Tenías que esforzarte por no mirar el cadáver de Sidney.
No solo Sidney. Tatum... Randy... Ryan... Todos mordieron el polvo.
Todos tus amigos se habían ido a causa de estos dos.
Eran tan jóvenes.
Los dos adolescentes observaban con interés cómo te excitabas y disfrutaban cada segundo, a pesar de que tu enfado estaba dirigido a ellos.
Tus ojos cambiaron. Algo se había roto, como una presa al romperse. En tus ojos había una expresión que nunca habían visto hacer a nadie más que a los demás.
Stu enterró su cabeza en tu hombro, dejando suaves besos en él y en la parte superior de tu cabeza.
Estabas congelada en el lugar, tratando de alejar esta extraña y desagradable sensación que envolvía cada parte de tu cuerpo con todas tus fuerzas.
Lograste recuperar la compostura, pero sin importar lo que iba a pasar esta noche, sabías que estos dos te habían dejado una marca permanente, y no solo físicamente.
Forzó las palabras a salir por su garganta seca. "Sois unos monstruos."
"Hmm," Billy tarareó como si estuviera guardando algún secreto solo para él. Sus siguientes palabras te hicieron estremecer visiblemente. "Pero te gustamos."
Cerraste los ojos con fuerza. Estos no son los mismos chicos de los que te habías enamorado. "¡Matasteis a las personas que me importaban! ¿Qué os hace pensar que todavía me gustáis?"
Los ojos de Billy se entrecerraron peligrosamente y la expresión de Stu pasó de estar extremadamente encantada a molesta. "No lo entiendes, ¿verdad?"
"¡Siempre serás nuestra!".
"Te acostumbrarás-"
"–¡Y nos amarás de la misma manera!"
"Pero ya lo haces, ¿verdad, cariño?" Billy levantó suavemente tu rostro encogido hacia arriba. Reabriste tus ojos para encontrar sus ojos oscuros que reflejaban las palabras intercambiadas entre vosotros antes.
"Te amo."
"Yo también te amo, Billy."
Una parte de ti todavía niega la verdad. La dura e innegable verdad de que estos asesinos no solo te quitaron a tus amigos, sino también tu corazón.
