Mejor Amigo

2.4K 91 4
                                    


Me senté en la banqueta con la cabeza baja, el frío aire de la noche navideña pegándome en la cara. No podía creer que Dylan defendiera a Melanie, ¿de todas las personas? ¡A ella! Sentía que una nube de frustración se asentaba sobre mí.

– ¿Quieres? – escuché una voz, y al levantar la vista vi a un chico vestido completamente de negro, sosteniendo una pipa en la mano.

– ¿Qué? – pregunté confusa, parpadeando.

– Esto – dijo señalando la pipa y sonriendo de una manera que me hizo pensar que definitivamente no era la mejor idea. Pero, ¿qué podía perder en ese momento?

– No, gracias – respondí con una sonrisa forzada, intentando mantener la compostura.

– Anda, hazlo. Te sentirías mejor, y créeme, si te lo ofrezco es porque tú lo necesitas más que yo – insistió, acercándome la pipa con un gesto cómplice.

Nunca había fumado ni siquiera un cigarro, mucho menos algo como eso, pero hoy todo parecía irse al traste, así que... lo intenté. Tomé la pipa, aspiré con fuerza y enseguida comencé a toser. Sentí que mi garganta ardía.

– Es normal, no te preocupes – dijo el chico entre risas.

– No me gusta – respondí rápidamente, devolviéndole la pipa mientras seguía tosiendo.

– Dale otra oportunidad, Issy, te relajarás – insistió.

Me detuve. ¿Cómo sabía mi nombre?

– ¿Cómo sabes cómo me llamo? – pregunté mientras le devolvía la pipa.

– Todos te conocen. Tenemos francés juntos – dijo soltando una carcajada.

– Oh... – murmuré, sin saber qué más decir. La verdad, no me importaba. – ¿Cómo te llamas?

– Laech – respondió como si fuera obvio. Su risa seguía siendo contagiosa.

Nos quedamos en silencio durante un rato, hasta que de repente Laech soltó una carcajada que me contagió. Comencé a reírme sin razón aparente, como si todo lo que pasaba esa noche fuera una broma gigante.

– Laech, tu marihuana no funciona. No me hace efecto – dije entre risas, mientras sentía que el mundo empezaba a desdibujarse.

– A mí tampoco – respondió, recostándose en mi hombro, riendo como si fuera lo más gracioso que había escuchado.

Me levanté, tambaleándome un poco, y me dirigí hacia la fiesta de nuevo.

– Issy, estás drogada. No puedes ni caminar – dijo Laech entre risas, siguiéndome de cerca.

– Sí puedo, ¡tú eres el que no sabe! – grité, estallando en carcajadas mientras veía las luces del lugar brillar en mil colores. Todo se sentía irreal, como si estuviera en un sueño.

Cuando entramos a la fiesta, lo primero que vi fue a Dylan, sentado con una cerveza en la mano. Me acerqué y comencé a bailar, pero no con él, sino con Laech, mi "nuevo mejor amigo". Era tan divertido que me olvidé por completo de por qué estaba tan enojada antes.

– Laech, tengo hambre – le dije de repente, deteniéndome en seco.

– Vamos por algo de comer – respondió, tomándome de la muñeca. Nos dirigimos hacia una mesa llena de pizza y papas fritas, agarramos un montón y nos sentamos en un sofá a comer como si no hubiéramos comido en días.

– Eres mi mejor amigo, Laech – le dije abrazándolo de repente.

– Tú eres mi mejor amiga – respondió, riendo.

Entonces apareció John, con una expresión preocupada en el rostro.

– Issy, ¿estás bien? – preguntó, mirándome como si estuviera viendo a un fantasma.

– ¡Vete! Ya tengo un mejor amigo – respondí, abrazando más fuerte a Laech, quien no podía parar de reír.

– Issy, ¿estás drogada? – preguntó John, tomándome de la cara para inspeccionarme de cerca.

– ¡Déjame en paz! – lo empujé con fuerza, y él se fue. Pero en ese momento, vi algo que me hizo reír aún más. Un elefante con sombrero volaba por la sala, y Laech también lo vio, porque comenzamos a reírnos como locos.

– ¡Issy, fumaste! – gritó Dylan, apareciendo de la nada con una expresión furiosa.

Pero no lo podía tomar en serio. Se veía como un pitufo.

– ¡Dylan, eres un pitufo! – dije, señalándolo y riendo a carcajadas.

– ¡Sí lo es! – agregó Laech, sin poder parar de reír.

Dylan se veía cada vez más molesto, pero no podía hacer nada. Para mí, él era simplemente un personaje de caricatura en ese momento.

Finalmente, me cargó y me sacó de la fiesta. Traté de resistirme, pero todo me daba vueltas, y terminé dejándome llevar mientras Laech gritaba detrás del auto:

– ¡Están secuestrando a mi mejor amiga!

Dylan me subió a su coche, cerró la puerta y suspiró con frustración.

– ¿Me odias? – le pregunté, sintiéndome de repente vulnerable.

– Issy, ¿cómo voy a odiarte? Me siento mal. Por mi culpa terminaste así... – dijo Dylan, con la voz llena de culpa.

Al llegar a casa, me tumbé en la cama con un dolor de cabeza infernal. Todo era un desastre, y no sabía cómo arreglarlo. Al día siguiente, me desperté con la cara hinchada y el maquillaje corrido. Parecía un desastre total.

– Ya despertaste – dijo Dylan, quien estaba sentado a mi lado, mirándome con una mezcla de preocupación y cansancio.

– Lo siento por lo de anoche – dije apenada.

– No, Issy. Perdóname a mí. No quiero terminar contigo – respondió, tomando mi mano con suavidad.

– Yo tampoco quiero terminar – dije, besándolo suavemente.

Esa noche, nuestros problemas seguían ahí, pero por un momento, el caos parecía calmarse. Aunque las próximas semanas, con la Navidad y las familias reunidas, prometían ser aún más complicadas...

El Fuck Boy (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora