La Navidad

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Faltaban diez minutos para que Dylan y su familia llegaran. El nerviosismo me invadía; conocer oficialmente a su padre me incomodaba. Las pocas veces que lo había visto, apenas habíamos cruzado palabras. Además, la tensión por ver a Mariana, la amante de mi padre, me carcomía por dentro.

—Issy, ¿me pasas el pastel, por favor? —dijo mi madre, intentando mantener una sonrisa mientras sacaba el pavo del horno.

—Ya voy —respondí, intentando no delatar mis propios nervios.

Mi madre estaba estresada, quería que todo saliera perfecto con la familia de Dylan. Si tan solo supiera que la esposa de Benet es la amante de su esposo. Quise decirle la verdad en ese momento, pero no tenía el valor. No hoy.

—Issy, ¿puedes ir por mi abrigo? Lo dejé en mi habitación.

Subí las escaleras en silencio. Al abrir la puerta, vi a mi padre con el teléfono, y por instinto, me quedé quieta, escuchando.

—Yo también te amo... No sabes cómo quisiera estar contigo ahora mismo, pero ya sabes... tengo que estar con ellas —dijo mi padre con una voz cargada de frustración. —Sí, claro, te amo. Hablamos luego.

Colgó el teléfono y entré como si nada. Su cara se descompuso al verme. Fingí buscar el abrigo con prisa.

—¿A dónde? —preguntó, un tanto confundido.

—A donde prefieras... con tu amante —respondí, sonriéndole ampliamente. Mi padre palideció. —Es broma —agregué con una risa falsa que fue acompañada por la suya, aún más fingida.

Mientras bajaba las escaleras, me di cuenta de algo aún más devastador: mi padre no solo engañaba a mi madre con Mariana. Había otra persona. Su llamada lo delataba.

—Aquí está tu abrigo, mamá —dije, entregándoselo.

Me miré al espejo un momento, tratando de recomponerme. Llevaba una falda de cuadros, una blusa negra y botas con tacón, algo sencillo, pero me sentía bien. O al menos, trataba de convencerme de ello.

—Issy, abre la puerta, ya deben estar aquí —exclamó mi madre con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Abrí la puerta y ahí estaban: Dylan, su padre Benet, Mariana, y Meg, la hija de Mariana. Mi madre se acercó sonriente, pero esa sonrisa se desvaneció en cuanto vio a Mariana.

—Mira, papá, ella es Ava, la madre de Issy —dijo Dylan, presentando con entusiasmo. —Mi padre, Benet, mi hermanastra Meg y mi madrastra, Mariana.

—Un placer —dijo mi madre, sonriendo forzadamente.

Nos sentamos a la mesa mientras Dylan y yo ayudábamos a servir la comida. El ambiente era tenso, incómodo, y mi madre no dejaba de lanzar miradas furtivas a Mariana.

Cuando mi padre bajó, todo se volvió peor. Su sonrisa se desvaneció en cuanto vio a Mariana.

—Él es mi esposo —dijo mi madre con una sonrisa fingida, introduciendo a mi padre. Benet se levantó para saludarlo con cortesía, mientras mi padre, notablemente incómodo, le devolvió el gesto y abrazó a Meg y a Mariana de manera breve pero tensa.

La comida fue como un mal sueño. Los silencios pesaban, las sonrisas eran falsas, y yo solo podía pensar en que esta noche explotaría en cualquier momento.

Dylan me llevó al rincón del pino de Navidad.

—Issy, no puedo más —dijo rascándose la nuca, claramente frustrado.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté, aunque ya lo intuía.

—Esto... Ver a mi padre con esa mentirosa de Mariana me mata.

—A mí tampoco me gusta, créeme. Pero hoy no es el momento de hacer algo —intenté calmarlo.

—¿Y cuándo va a ser? —preguntó, con la mandíbula apretada.

—No lo sé, pero no hoy, Dylan.

Sentía cómo el ambiente en la sala se hacía cada vez más pesado. Mi mamá, con una sonrisa tensa, trataba de mantener la compostura mientras servía el postre. Mi papá apenas podía disimular el sudor en su frente, y la madre de Megan... bueno, ella se removía inquieta cada vez que nuestras miradas se cruzaban.

En ese momento, Dylan y yo intercambiamos una mirada. Sabíamos demasiado, pero teníamos que aguantar un poco más antes de explotar todo.

Sin embargo, la tensión alcanzó su punto más alto cuando noté que mi papá y Mariana, la madre de Megan, desaparecieron de la mesa. Mi corazón se aceleró, y sin pensarlo dos veces, me levanté.

—¿A dónde vas? —preguntó Dylan, levantándose también.

—Voy a confirmar algo —le respondí en un susurro, apretando mis manos para calmarme. Pero estaba furiosa.

Me dirigí al patio trasero, donde había un cuarto que nadie usaba. Abrí la puerta de golpe, y ahí estaban: mi papá y Mariana, besándose como si no les importara nada más en el mundo. El sonido de mi respiración se hizo pesado, la rabia subió hasta mi garganta.

—¡VIVAN LOS NOVIOS! —grité con una mezcla de sarcasmo y furia, haciendo que ambos se separaran de golpe. La cara de mi papá se puso blanca como el papel.

—Issy... no te pongas así —balbuceó él, tratando de sonar calmado, aunque estaba claro que no tenía control de la situación.

—¿No me ponga así? ¡¿Cómo quieres que me ponga, papá?! ¡Eres un maldito mentiroso!

Dylan apareció detrás de mí, con los puños apretados.

—Ya sabíamos todo —dijo Dylan, con una voz firme y profunda que resonó en el pequeño espacio. Mariana abrió los ojos con terror, mirando hacia la puerta como si quisiera escapar.

—Issy, por favor, esto fue... fue un error —trató de justificar Mariana, casi tartamudeando.

—¡Un error! ¿Así lo llamas? —Me reí, pero era una risa amarga—. Esto no es un maldito error, lo han estado haciendo por años, ¡en mi propia casa!

—Issy, cálmate —intentó decir mi padre, dando un paso hacia mí.

—¡No me toques! —le grité, empujándolo hacia atrás—. Siempre supe que eras un hipócrita, pero esto... ¡esto supera todo!

De repente, escuché pasos acercándose rápidamente. Era Megan, que había oído todo.

—¡Mamá! —gritó, mirándonos con confusión—. ¿Es verdad? ¿Él... él es mi papá?

El silencio se volvió insoportable. Mi padre no decía una palabra, y Mariana, con los ojos llenos de lágrimas, no supo qué responder.

—¡Contéstame! —insistió Megan, su voz temblaba, igual que la mía. Estaba al borde de un ataque de nervios.

Mariana bajó la mirada, incapaz de sostener los ojos de su hija. Finalmente, susurró:

—Sí, Megan... él es tu padre.

El mundo de Megan pareció desmoronarse frente a mis ojos.

—¡Lo sabía! —gritó mi madre, que había llegado justo en ese momento—. ¡Lo supe desde hace años! ¡Siempre fue ella, siempre estuvo entre nosotros!

—Ava... no es así... —intentó decir mi papá, desesperado.

—¡Cállate! —Mi mamá se giró hacia él con los ojos llenos de lágrimas—. ¡Nos engañaste a las dos, a tu familia, a tu hija! ¡Y encima tienes el descaro de seguir con ella, justo aquí, en nuestra casa!

Megan no podía dejar de llorar, y yo... ya no sabía si lloraba por la traición, por la humillación o por el hecho de que Megan, la chica con la que crecí, era mi hermana.

—¡Isabella, vámonos! —dijo Dylan, tomándome de la mano, pero yo no podía moverme. Miré a mi padre y todo lo que pude decir fue:

—Nos odiaste desde el principio, ¿verdad? Nunca nos quisiste.

El silencio se apoderó del lugar. Mi padre no dijo nada. Y en ese momento, supe que nuestra familia nunca volvería a ser la misma.

FELIZ NAVIDAD!! amores perdón por se tan corto pero no tuve mucho tiempo, espero que se la pasen bien.

El Fuck Boy (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora