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El carruaje se detiene al frente de las grandes puertas que dan la entrada al castillo color blanco pastel. Bellos arbustos en el gran jardín al rededor del palacio con figuras ovaladas en fila al frente de este y una gran fuente echando agua lucia elegantemente en el medio de todo el lugar.

A Armin no le sorprendía aquello, por supuesto que no, ya que varias veces ha tenido que venir a la residencia de los Reiss, de hecho, la hija mayor era una de sus mejores amigas. En cambio, a Eren parecía que se le iba a caer la boca por lo sorprendido que lo tenía aquel lugar, y eso que solo estaba viendo el exterior.

¡Cierto! Tenía que ir sacando al príncipe del carruaje.

Espabila y abre la puerta de este, colocándose a un lado a esperar que Armin salga.

El príncipe se va arrimando en el asiento hasta llegar a la puerta abierta del carruaje, listo para bajar de este solo, cuando le toma por sorpresa una mano extendida al frente suyo.

¿Uh?

¿Acaso le estaba ayudando a bajar? En toda su vida, desde que cumplió once años, nadie nunca le ayudó a subir y bajar del carruaje, gracias a eso, sus piernas terminaban con rasguños al colocar los pies mal o subir mal al carruaje, o también la vez que casi una de las ruedas pasa por encima de su pequeño piecito, aunque eso no fue culpa de él, más bien del que estaba a cargo, pero cuando intentó decirlo nadie le prestó atención, como siempre. Sólo dos personas le creyeron, Erwin y Petra, quienes vieron todo lo que sucedió, pero al no poder intervenir en algo que incluía al rey, no pudieron hacer mucho, sino acabarían mal.

Igual, de alguna manera, eso ayudó que Armin fuera más cuidadoso y precavido, siempre llevando unas pequeñas curitas y vendas en uno de los bolsillos de su pantalón por si llegaba a hacerse daño al subir.

Por eso, aquella mano cubierta por un guante color negro al igual que todo el traje en frente de él, le causó sorpresa.
Observa disimuladamente a su guardaespaldas, viendo de nuevo al frente cuando aquellos ojos verdes se encuentra con los suyos.

Oh, Dios, esto estaba tomando demasiado y solo tenía que tomarle la mano, ¿qué le costaba hacerlo?

Su pálida mano fue acercándose lentamente a la de Eren, temblaba un poco, porque una parte en él, muy profunda, tenía miedo de que esto terminará siendo una broma o, tal vez, una estrategia para ejecutar su plan.

Sin embargo, sus pensamientos no se quedan mucho tiempo en su mente, dejando caer la mano en la contraria, sintiendo un leve y suave apretón de parte del chico de coleta alta.

Pasa saliva, bajando lentamente y con ayuda del carruaje.

¿Por qué se sentía tan extraño volver a tener ayuda con eso? ¿Por qué su corazón latía por ese simple toque?

¿Y estaba sonrojado? Oh por Ymir, ¿qué le está pasando?

De seguro era por el sol, sí, era por eso.

"Gracias" dice tratando de arreglar una parte de su saco.

Y ve por el rabillo del ojo como Eren asiente en respuesta y luego como arregla las mangas de su franela "A sus órdenes, majestad"

Oh, si, acostumbrarse a ese honorifico le iba a costar.

Armin empieza a caminar hacia su padre, quien sin darse cuenta estaba dejando a su hijo atrás, o talvez sí se daba cuenta pero no le importaba.

Se queda a una distancia corta detrás de su padre y espera junto con él a que las puertas del palacio Reiss se abran, y lo hacen, no pasando ni tres segundos cuando dos guardias empujaron las puertas y fueron recibidos por una hermosa damisela ayudante del reino, vestida con un elegante vestido negro y delantal blanco atado a su cintura.

El Amor de un Príncipe - Eren x ArminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora