Capítulo 12

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Hoy era el cumpleaños de Leigh número dieciocho, hoy se unía a las lamparitas, digo, iluminadas.

Nos encontrábamos en la iglesia dando inicio a la misa, algunas personas me miraban como si fuera una abominación, imagino que pensaron que jamás volvería a este lugar luego de la muerte de Leah pero aquí estaba.

Por mi hermana.

Miré mis pies los cuales estaban cubiertos por unos tacones no tan altos color blancos, llevaba puesto un vestido de cuello alto y mangas largas que llegaba justo después de mis rodillas y sobre el una gabardina también de color blanco con botones dorados.

Amaba las gabardinas, le daban un aire elegante pero casual a todo depende de cómo la usaras, mi cabello estaba suelto, por más que Lilia haya tratado de convencerme de atarlo no lo hice, simplemente lo dejé suelto con dos mechones atrás sostenidos por un broche en forma de mariposa.

La misa seguía aburrida, jugaba con mis manos que reposaban sobre mis piernas queriendo que la tierra me tragara y me escupiera en mi cama.

Una de las pocas cosas buenas que han sucedido es que mis uñas han crecido un poco y estaba feliz por eso, las había pintado de rojo oscuro.

Luego de algunas palabras de Leigh, unas cuantas plegarias de los otros y algunas estúpidas palabras del Señor Phillips la misa terminó.

Al fin.

Sonreí hacia Leigh, sabía que esto era algo importante para ella aunque para mi fuese una ridiculez.

—Felicidades hermanita— dije dándole un abrazo, ella me sonrió, yo me alejé al ver que más personas querían felicitarla, no me gustaba estar entre tanta gente, me hastiaba.

Los Stein estaban a unos cuantos metros y pensé en acercarme pero eso significaba hablar y yo no tenía muchas ganas de hablar.

Razón número 1: estaba un poco mareada.

Razón número 2: No quería hablar con Frey.

Leigh dijo que iría a por un helado y que si yo quería ir pero tuve que declinar su invitación, ella sabía que no me sentía muy bien así que lo dejó pasar.

Volví a casa y busque una pastilla, la trague y me cambié de ropa, me sentía como una monja.

Al pasar la fina tela de seda de la pijama por mi cuerpo pude sentir un escalofrío recorrerme erizándome.

¿Qué me pasaba? Hace menos de unos minutos le dolía la cabeza y ahora estaba en un mood totalmente distinto.

Suspiré.

Al caer la noche fui a la habitación de Leigh y ella se estaba preparando para dormir.

—Hola- dije y me senté en la cama, Ella me miro y sonrió un poco al ver el pastel entre mis manos Sóplalas— ordené sonriendo señalando las velas, ella río pero se acercó y las sopló -Feliz cumpleaños, Leigh.

—Te quiero mucho, Darah— me abrazó.

—Ok, ahora a comer pastel— Ella me miró y sonrío más.

Le tendí la cuchara y ella la tomó, no era un pastel muy grande, de hecho era un pastel para menos de tres personas.

—Ok espera, también tengo tu regalo— dije y me levanté corriendo a mi habitación, volví y le entregué la cajita.

—No tenias que hacerlo, Darah— dijo viendo el broche de dos mariposas, era de plata y tenia diminutos cristales alrededor —Eso tuvo que ser costoso.

—De hecho lo costeó papá así que no importa— reí y ella también.

—Como sea, Gracias— Yo sonreí, hablamos un rato hasta que se hizo tarde y tuve que volver a mi habitación.

Miré la hora.

12:01 AM.

—Feliz cumpleaños a mi— dije con aburrimiento y me senté en el mueble de la habitación.

Un fuerte sonido me sobresalto haciendo que rápidamente girase mi cabeza en esa dirección.

El ventanal.

Carajo.

Sin darle muchos rodeos a la situación me levante rápido y me acerqué para ver si podía captar algún movimiento pero simplemente no había nada en las calles.

Abrí el ventanal y me arrodillé ante la caja color azul oscuro que reposaba sobre el piso.

No le di vueltas al asunto y tomé el papel que estaba sobre la tapa.

"Para la cumpleañera más especial. Muy feliz cumpleaños, pequeña Darah"

Apreté la tarjeta hasta doblarla en mi palma.

Quité la tapa de la caja tirándola a un lado con ira.

Mierda.

Un vestido blanco con enormes manchas rojas reposaba dentro de la caja, lo saqué abriéndolo y casi desfallezco al ver su forma.

Yo conocía ese vestido.

Yo había usado ese vestido.

Era uno de mis oscuros recuerdos.

Era imposible.

Las manchas no eran solo manchas rojas, eran manchas de sangre seca, sangre oscura.

Envolví el vestido convirtiéndolo en una bola de tela y lo estrellé dentro de la caja.

¿Cuál era la maldita broma?

¿Qué carajos estaba sucediendo?

—Maldita mierda— las groserías comenzaron a salir de mis labios sin pudor, llevé mis manos a mis rostro tratando de despertar de la pesadilla pero no sucedió.

El frío de la noche me acariciaba los brazos y muslos debido al vestido que llevaba como pijama pero no le di importancia.

Estaba demasiado concentrada en por qué carajos él había vuelto.

Porque yo recuerdo a esa sombra negra que me asechaba y no, no era Frey, porque la mirada y sensaciones que Frey transmitía no eran nada en comparación con la ira y terror que transmitía aquella sombra.

Él había vuelto.

 OSCUROS ||Frey Stein||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora