Las reinas de la mafia

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Valencia, España

Un auto de último modelo se estaciona frente a un almacén abandonado, a las afueras de la ciudad donde se encontraba. Una mujer baja del auto, mira el lugar donde se encuentra y niega suavemente, comienza a caminar para entrar.

El sonido de sus tacones hace eco por el lugar, hace una mueca al ver el estado deplorable del lugar. Niega por segunda vez, mientras piensa.

¿No pudieron escoger un mejor lugar? Esto es una pocilga.

Un par de voces, la sacan de sus pensamientos; vienen del centro del almacén. Camina en dirección a donde se escuchan las voces, rueda los ojos al saber que están haciendo todo menos hablar como personas normales.

—¡Estoy a nada de meterte una bala, por idiota!— exclama una segunda mujer— a ver, si aprendes—

Un gruñido, es la respuesta hacia la exclamación.

—Metete en tus asuntos, rubia— espeta la tercera que se encuentra en la mesa— a menos, que quieras que te corte en pedazos y los esparza por el mar—

—¡Eres insoportable!—

La tercera mujer, sonríe en burla ante de mostrarle una señal obscena en respuesta.

—El sentimiento es mutuo, cariño— le guiña un ojo.

La recién llegada, simplemente se limita a sentarse en silencio a la cabeza de la mesa que se encuentra en el medio de la sala, como suele ser habitual.

Se recuesta en la silla, mientras observa la discusión de las mujeres en completo silencio, ninguna de las dos se ha dado cuenta de su llegada. Parecen estar más concentradas, en lanzarse al cuello una a la otra.

—¡Espera a que...!—

La mujer a su izquierda, se ríe.

—¿Tu qué, Barbie?— inquiere con diversión— ¿Qué me harás?—

A su derecha, la mujer rubia resopla ante el mote que le ha dicho. Esta vez, es ella quien gruñe.

—Deja de decirme, Barbie— la señala— tú también, eres rubia y no me burlo—

—Es porque obviamente, ya me llevé el mejor nombre de la burla, estúpida—

—¡Maldita...!—

—Si ya terminaron con su discusión, de niñas cinco años, me gustaría proceder a lo que venimos—

Ambas mujeres, se sobresaltan ligeramente al oír la voz de la recién llegada, se giran para ver a la mujer, quien las observa con una ceja arqueada. Se maldicen por lo bajo, ante su silenciosa entrada.

La mujer a su izquierda, resopla.

—Tienes que dejar de hacer eso— responde— ya no es gracioso—

Su compañera, al frente; concuerda.

—Concuerdo con la Barbie— niega divertida— ese sigilo tuyo, comienza a ponerme nerviosa—

La mujer a la cabeza, sonríe con arrogancia ante sus quejas.

—Es mi estilo— se encoge en hombros— ya deben de estar acostumbradas— las mira— ahora, ¿procedemos con la reunión? ¿O quieren seguir discutiendo como niñas pequeñas de cinco años?—

Ambas, hacen una mueca antes de optar por un porte más serio, recordando el por qué estaban reunidas el día de hoy. Normalmente, suelen hacerlo al menos una vez cada tres meses; pero las circunstancias estaban cambiando.

—Tenemos un problema— comienza la rubia a su derecha— la mafia siberiana, está comenzando a ganar terreno por la costa occidental—

—¿Qué tan grave es?—

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