Un invierno en la familia Novikov

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"Ahí donde no hay palabras, es donde está la música."

—Antonio Vivaldi.

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En una gran mansión en Moscú, varias notas de diferentes instrumentos comenzaban a marcar un ritmo agudo de la sonata de invierno de la orquesta de las cuatro estaciones de Vivaldi, curiosamente misma estación en la que se encontraba el año.

La nieve que se observaba caer por el gran ventanal que poseía la sala de música, hacía compás con la velocidad de las notas que iban en aumento conforme a la partitura que los cuatro músicos conocían a la perfección, cada uno de ellos desde que tiene memoria se había aprendido esa sonata en especial.

Era su favorita.

A pesar de que la tocaran en diferentes instrumentos, los cuatro se sincronizaban de forma perfecta. Como si su pasión por la música los conectara de una manera especial que los hacía únicos ante los ojos de los demás, algo que pocos aprecian.

Los dedos de Natasha Novikov, se movían con rapidez y agilidad sobre las cuerdas del diapasón junto al arco que pasaba en encima de las cuerdas de su violín mientras que las notas llegaban a sus oídos, sintiendo la misma pasión de Vivaldi al crear una sonata llena de arte, para una temporada tan especial como lo era el invierno.

Stefan Novikov, no dejaba de mover sus dedos encima de las teclas del piano siguiendo cada una de las notas de la sonata y de la partitura que recordaba de memoria, gracias a la pasión con la que le había visto en una persona especial, pero con un instrumento aún más especial como lo era el piano de cuerda.

Mismo en el que no dudaba mover sus dedos, para seguir con las notas de los chelos que se escuchaban en conjunto al violín y al piano, complementando la sonata de invierno hasta que la música clásica hacía eco en toda la sala de música.

Desmond y Xander Novikov, movían sus dedos de forma sincrónica sobre el diapasón del chelo mientras que pasaban el arco por las cuerdas. Ambos parecían estar conectados por la pasión del instrumento, por que ninguno de los dos se miraba, simplemente tocaban en el tiempo y forma de la sonata como si lo hubieran hecho desde toda la vida.

Cada uno de los miembros de la familia Novikov, tocaba con pasión y deseo cada una de las notas de Vivaldi, como si cada uno de ellos tuviera una conexión especial. No solamente porque lo llevaban en la sangre, sino, porque era una pasión que se transmitía de generación en generación.

Finalmente, la sonata termina con las últimas notas de los chelos.

Y un pequeño silencio cae en toda la sala de música de la mansión de Moscú, solamente el ruido de las respiraciones entrecortadas de los cuatro músicos llenaba el silencio, hasta un par de aplausos desde la entrada de la sala de música los saca de sus pensamientos.

Todos giran sus rostros en dirección a la puerta donde se encontraba el miembro faltante de la familia, la única persona que no tocaba un instrumento músical porque amaba ver la forma en que las personas más importantes de su familia, se perdían en la misma pasión que había seguido a los Novikov, desde hace varias generaciones atrás.

—Mamá, ¿estás llorando?

Valentina Novikov, se ríe por lo bajo mientras limpia suavemente la esquina de sus ojos ante la pregunta de Desmond, asiente para acercarse donde se encuentra su esposo e hijos en la sala de música.

—Jamás voy a cansarme de verlos tocar a ustedes cuatro, ciertamente. Siempre me sacan lágrimas con lo que sea que toquen, chicos— besa la mejilla de sus tres hijos— son fantásticos, engendros. Cada día, me enorgullecen más...

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