The boy is mine

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"Algo en él está hecho para alguien como yo"

🖤🖤🖤🖤🖤

YERIK

Moscú, Rusia.

Tic...tic...tic...

Golpeo suavemente la punta del bolígrafo contra la superficie dura, mientras que mi mirada no podía desviarse del espectáculo que se presenciaba a mi frente, y me obligo a mi mismo a recordar como se respira para no quedar como un imbécil soñador hormonal.

¿Era posible dejar de obsesionarse con una persona?

Una persona común te diría que en el mejor de los casos sería buscar ayuda psicológica para tratar este problema, y te daría una extenso sermón acerca del porque no era bueno obsesionarte con una persona como si fuera tal cuál un objeto que quieres poseer a toda costa.

Afortunadamente, había una línea bien definida entre las personas comunes y yo.

Yo era una persona de todo, menos normal. Al menos, dentro de los estereotipos comunes de la sociedad rusa, pero en un mundo dónde la sangre, peligro, oscuridad y las perversiones eran el pan de cada día, yo era uno más del montón.

Él también era uno más del montón de nuestro mundo, alguien común y corriente que veo en el trabajo todos los días, haciendo lo mismo de todos los días; como lo hace desde hace ochos años que lleva trabajando para la organización.

Entonces, ¿por qué mis ojos lo ven como si fuera algún tipo de espécimen único que debía poseer antes de que se extinguiera lejos de mis manos?

Era el tipo de persona que te encontrarías en un día común y corriente caminando por la acera, o comiendo en algún restaurante en una de las tantas mesas que hay en el lugar; ni siquiera notarías su presencia.

Sin embargo, su presencia acapara toda mi atención hacia él, cuando se supone que no debe tener nada de especial para mis ojos.

Alto, alrededor de un metro con noventa y cinco o más, depende que tipo de zapato use.

Cabello castaño, lo suficientemente largo para deslizar mis dedos por las hebras, y darle un par de tirones, mientras que me come la verga con su boca.

Ojos castaños claros, perfectos para mirarlos fijamente desde sus rodillas, mientras que le hace una garganta profunda a mi verga.

Labios carnosos, pero delgados; perfectos para hincharse en una buena sesión de besos.

Cuerpo robusto, pero con musculatura bien formada. Producto de los duros entrenamientos a los que nos sometemos cada mañana antes del trabajo. Los trajes que usaba a diario, marcaban sus músculos de una forma bastante exquisita para mis ojos.

Su espalda se llevaba el premio; ancha y lo suficientemente amplia para dejar un par de marcas rojizas con mis uñas, que marquen el territorio de su dueño.

Y ni hablemos de sus piernas largas y torneadas que sostienen ese jodido culo de infarto... ¡Pff!

En resumen: era un tipo más del montón, algo concurrido dentro de nuestra línea de trabajo. Nadie se fijaría en él, porque es como una sombra a la que nadie le importa su presencia.

Aún recuerdo perfectamente el día en que llegó a la Bratva, siendo un mocoso de no más de dieciocho años.

Nos miramos fijamente por algunos segundos, analizando cada parte de nuestros rostros, antes de que extienda su mano en mi dirección, y en el momento en que su mano estrecha la mía, algo raro me recorre en toda la columna de forma agradable.

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