One And Only

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Xander.

25/05.

Moscú, Rusia.

Dejar de mirarla era algo imposible de hacer, incluso con todos los años que llevamos juntos.

Sin embargo, aunque tuviéramos cientos de responsabilidades en nuestros hombros, dejar de mirarla, jamás sería una opción para mí.

No importaba sí tenía cientos de asuntos en el día. Jamás, perdería cualquier oportunidad para verla, porque era la única mujer por la que he perdido la cabeza y varias veces, tengo que asegurarme que realmente, mi sueño de volver a tener a una vida a su lado, se ha cumplido.

Incluso si han pasado más de veinte años.

Nuestra segunda y última oportunidad, misma que no he dudado en aprovechar y seguiré aprovechando para hacerla feliz con cada gramo de mi alma muerta, pero que por alguna razón, se siente llena de vida con tenerla a mi lado.

Incluso con todos los años que teníamos ahora, jamás había dejado de ser la mujer más hermosa que mis ojos alguna vez hayan visto. Siempre fue y será ella, la única mujer con la que querría pasar el resto de mi vida, sin dudarlo.

La mujer de mi vida.

Mi pequeño solnischko.

Mi alma gemela.

Mi esposa.

Valentina Novikov.

Esa mujer que me ha tenido en sus manos desde hace más de cincuenta años, era mía para amarla el resto de mi vida, hasta que mi último aliento saliera de mis labios y algunas veces, me despierto con la sensación de que todo es un sueño, que pronto los problemas terminaran de alcanzarnos y que nuevamente, la perderé como lo hice en su momento.

Solo me bastaba mirarla, para darme cuenta que no era un sueño.

Era mi realidad.

La realidad que por muchos años soñé y anhelé por volver a vivirla, sin la intención de que hubiera un fin para nosotros.

Finalmente, puedo vivirla y ha sido mucho mejor de lo que alguna vez imaginé, porque los días han pasado, las semanas también y los meses se convirtieron en años, donde el amor que tengo por esta mujer se intensificado de una forma en que jamás podría hacerme la idea de volver a vivir sin ella.

Ella era mi todo.

Todo aquello que necesito para existir.

Era la prueba irrefutable de que mi esposa me tenía en sus manos desde hace muchos años.

Y nunca me arrepentiría de ello.

Me digo a mi mismo que es un buen momento para dejar de mirar a mi esposa, quien se encuentra en el jardín. Donde probablemente, esté sembrando otro rosal, como si no tuviera suficiente de ellos por toda la casa.

A pesar de que hace un par de años, le mandé a construir su propio vivero, Valentina, seguía prefiriendo mancharse ella misma las manos de tierra, espinas y lodo para mantener con vida el jardín de nuestra casa.

Después de muchos años, había logrado superar su aberración a las rosas rojas y ahora, no había parte de nuestro jardín que no tuviera un pequeño rosal esperando florecer y gracias a ello, había encontrado una extraña fascinación por la jardinería.

Observo como una sonrisa se pinta en sus labios, mientras aplana parte de la tierra en el jardín y sus rodillas se encontraban apoyadas en la manta que había puesto, evitando ensuciarse, pero no había funcionado, porque incluso desde esta distancia, puedo notar la mancha marrón que tiene en una de sus mejillas.

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