25. Hormonas, sexo y lágrimas

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Nota: antes de empezar a leer quiero ofrecerte una disculpa. Este capítulo estaba previsto para el 24, pero por los problemas que les comenté en mi tablero de noticias apenas he podido publicarlo. Agradezco la espera y felíz navidad retrasada.

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Alejandra

Esto debía ser un sueño.

Un hermoso sueño que empezaba a volverse pesadilla por lo irreal que resultaba.

Puedo escuchar los latidos de mi corazón bombear intensamente, por primera vez siento que puede haber un pequeño rayo de sol entrar a la profundidad del abismo en el que caigo. Muchos dicen que la esperanza es lo último que muere, no es verdad, puede morir y luego aparecer momentáneamente igual que ahora.

La puerta está abierta.

Es mi oportunidad de correr y salir de este lugar. De hecho, estoy a punto de mandar mi autocontrol a la mierda para dejar a mis impulsos apoderarse de mis movimientos. Esta es una oportunidad única que no podría volver a repetirse, aun así, no puedo salir de mi shock. Estoy con la boca abierta, sin habla y pasmada a escasos metros de la puerta, contemplando que no tiene los mismos seguros de siempre ni siquiera está cerrada.

Es mi oportunidad, es mi decisión, ¿qué hago?

Lentamente, camino hacía la puerta, cada paso es un fuerte latido en mi corazón y la sangre corre rápido por mis venas que duele respirar. Es el milagro que tanto soñé, un pase a mi libertad. No puedo respirar con normalidad, «libertad» es lo único que grita mi mente, la razón de mi existencia. Solo nececito cruzar el umbral de esta puerta que divide mi vida en un antes y un después.

No obstante, una vez cerca de la puerta sujetó la manija, pero no logro salir como esperaba, sino, la jalo hacia mí y termino cerrándola de nuevo.

No logro entender porqué lo hago, ni siquiera razonó pero una parte de mí dice que es correcto que haga esto. Giro sobre mi propio cuerpo para ir rumbo a la cocina, estás ganas que tengo por llorar se vuelven tan intensas que siento como si me dieran un gancho al hígado, mi pecho se contrae de una forma poco agradable.

-Que estúpida eres, Alejandra. - me reclamo entre dientes a mi misma.

Estoy a punto de echarme a correr de regreso y salir de aquí, porqué mi vida depende de ello, sin embargo, una bofetada de realidad me da en mi rostros y, es que, ¿A dónde iré? No tengo otro lugar, quiero pensar que si, ser positiva pero está claro que no me ha funcionado del todo si ni siquiera fui capaz de aprovechar esta oportunidad. No tengo idea de cuánto ha pasado, sólo sé que me ha parecido una eternidad y me he replanteado tantas cosas que constantemente tengo que lidiar con una horrible migraña.

¿Qué día es? ¿Qué hora será?

Y, es que cuando estás encerrada por tanto tiempo comienzas a perder la noción de las horas, los días hasta los meses. Mi única forma de saber si es de día o de noche es por la pequeña ventanilla que hay en la parte de arriba de la pared, si es muy oscuro pero con el canto de las aves sé que es de madrugada y sí es con el de los grillos es de noche. Por ejemplo, como ahora.

Termino por prepararme un sándwich de jamón con queso antes de escuchar la puerta volver abrirse y sus pasos acercándose a la sala y después a la misma cocina, cómo si supiera que estoy aquí y no en mi cuarto o cualquier otra habitación.

-Vaya, pequeña, me tienes impresionado. - su voz es ronca y rasposa, aplaude y el golpe de sus manos logran hacer eco.

Alzo la vista poco a poco mientras mastico mi sandwich, él está allí parado con una sonrisa socarrona. Lo sabía, era una prueba, ¡El muy cabrón lo hizo a propósito!

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