29. Ella es mi mujer.

5.9K 298 44
                                    

Abrí los ojos y un techo pintado de color pistache fue lo primero que ví. Quisé reincorporme pero el peso de un brazo sobre mi cadera me hizo recordar lo sucedido de la noche de ayer. Miré a mi lado y allí estaba Cayden dormido con la piel desnuda, así como yo.

Estaba perdida, más pérdida que nunca antes. Me gustaría no ser negativa, pero sencillamente no logró ver algo bueno de todo esto.

Después de suplicarle por la vida de mi hermano, caí en un profundo sueño y al otro día estaba aquí. Sin ninguna cadena en el tobillo ni nada que me detuviera, o al menos, eso creí. Cuando corrí dispuesta a salir de aquí y escapar, me dí cuenta que ya no estábamos en el mismo edificio o unidad, ni siquiera estábamos en México. Tan solo dí el primer paso afuera, una ráfaga helada y una masa helada de nieve me dieron la bienvenida.

Las reglas del juego habían cambiado, esta vez no sería nada fácil.

—¿A dónde vas, pequeña? — murmuró adormilado, con voz ronca.

—Trató de ir lejos de ti.— respondí brisca.

¿A quién le importa si le respondo mal o no? Nada de eso va a cambiar el hecho de que yo esté aquí atada a este maldito psicópata.

—¿De verdad? — inquiere en tono divertido, regresando mi espalda al colchón justo cuando por fin estaba reincorporándome. En ese momento, la llena de su dedo subió por mi pierna, transmitiendo un escalofrío a mi cuerpo — Por que, en mi mente aún están los gritos que tus labios emitían cada vez que gemias.

Si mano subió lentamente, dejándome en cierto punto indefensa. Lo odiaba, me odiaba, malditas hormonas de puta, yo no quería sentirme así, pero mi cuerpo y mi cerebro no se ponían de acuerdo.

—Te odio. — dije con una extraña mezcla de rencor y jadeos, su mano masajeando mi clítoris no me daban una resolución exacta.

—Te amo.

Y con esa palabra, calló mi boca justo antes de que si angle se interpusiera en medio de mis piernas y con un simple empujón, me hiciera odiarme más.

Unas horas después, vi a Cayden cubrir su ancha y tatuada espalda con la tela de una camisa blanca, me parecía estúpido que alguien tan malo cómo él pudiese verse tan bien.

—Hoy voy a regresar más tarde, hay una fiesta en el club. Y, luego iré a ver a mi hijo.

—Me da igual lo que hagas. — musité pegando la sábana contra mi pecho, desviando la vista hacia otro punto de la habitación.

—No intentes escapar o tratar de convencer a los hombres para que te dejen ir. Sabes que es imposible.

Rodé mis ojos, sabiendo que estaba en lo cierto. Sin importar por dónde caminará había un malote con pistola en mano. Me sentía como en una de esas narco series.

—Y estúpido. ¿A dónde más podría ir? — recordar ese hecho me rompía en mil pedazos.

Cuando te llevan a un lugar que no conoces, cuyo odia es desconocido e incoherente para ti misma reduce todas tus opciones.

—Exacto. — dice. No puedo verle la cara, pero sé que ahora mismo está sonriendo. Ojalá pudiera quitársela— Recuerda que prometiste que te quedarías junto a mí. — se acercó hasta sentarse al borde de la cama, sacó una pistola y acarició mi rostro con ella —No querrás que mis balas perforen el cráneo de tus hermanos o tu madre, ¿verdad?

Si pudiera matarlo con la mirada, lo haría. Él se merece una horrible muerte.

—No. — chille entre dientes..

Secuestro ObsesivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora