35. Seamos Infelices Juntos

5K 199 87
                                    

ALEJANDRA

—¿Cómo rayos es que sabes tanto?

Cayden frunció el ceño y lentamente bajo el libro que sostenía sus manos. Parado delante de un pequeño pizarrón con la ropa oscura y ese aire de superioridad. 

—¿Disculpa? Estamos en una lección, señorita. Ponga atención. 

Me fue imposible rodar los ojos, tanto como fue imposible para él pasar esa acción desapercibida. 

—Tú fuiste la que me pidió que continuará dandote clases. — dijo con el tono más obvio del mundo mundial. Igual como si me estuviera haciendo un favor. 

Idiota. 

—No. Yo te dije que quería volver a estudiar, no que tú fueras mi profesor. — rezongue. 

De solo recordar esos momento, mi estómago se revuelve. ¿Y cómo no hacerlo? Fueron los momentos más odiosos que una estudiante debería soportar. No solo fui humillada por este hombre, también traicionada por quienes creía mis amigas. Supongo que me lo tenía merecido, si algo he aprendido de este maldito psicópata es que no existe nadie en quién se pueda confiar.

—Vamos cariño, que no es tan malo. — me dice como si pudiera leer mis pensamientos. — Soy un buen profesor. 

Buen punto. 

Y eso es lo que más me pudre. Por muy demente que este hombre sea, la realidad es que es muy inteligente y muy bueno explicando los temas. ¿Cómo un mafioso puede saber tanto de matemáticas, ciencias e historia? Lo peor de todo, historia que ni siquiera es de su país. 

—Necesito un descanso. 

—No he terminado de explicarte esta ecuación. 

Pase mis manos por mi rostro, y suspiré, —Sabes, cuando te pedí que me permitieras estudiar no tenía pensado eso. 

Él arquea una ceja divertido, cosa que ocasiona que yo quiera voltearle la cara. 

—No entiendo, ¿qué esperabas? — el muy jijo de su madre se hace el inocente. 

Sin embargo, yo misma reconozco que fui demasiado ingenua por no decir que estúpida. Porqué, ¿qué otra cosa podía esperar de él? Cayden ha dejado en claro en muchas ocasiones que su prioridad es tenerme a su lado, por ende no me permitira conocer a otras personas, al menos, no por el momento. Aún teme que pueda intentar escapar de él y su locura. 

—No lo sé, cualquier cosa menos pasar más tiempo contigo. Pareces un chicle. 

—¿Te desagrada eso?

—No. No me desagrada. — respondí. 

Mejor dicho me preocupaba. Conocía a este pervertido y también conocía mis hormonas, así que estar mucho tiempo con él solo podía ocasional una cosa. 

—Necesito un descanso. — repetí. — Rin, ring, es hora del receso. 

Trate de ponerme de pie, pero de inmediato Cayden se colocó detrás de mí. 

—Vamos, Ale. Ya no vas en primaria, ¿o sí? — se burló. —Este es el último. Resuelve esta ecuación y será todo por hoy. 

Giré mi rosto 90° quedando muy cerca del suyo. 

—¿Seguro? — me parecía extraño, normalmente cuando él me enseñaba no terminaba tan pronto las clases. 

—Seguro. 

Quise volverme a sentar, pero en ese momento Cayde quitó la silla. 

—Querías estar parada, ¿cierto?

Secuestro ObsesivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora