26. Cloroformo

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Cayden

Mira su rostro.

La expresión que tiene en este momento no es nada conciliadora, oprime los ojos y sus labios con fuerza como si estar conmigo fuera una tortura.

—Cayden, — jadea mi nombre — ve más lento, me duele. — se queja.

La miro con ternura, no puedo evitar acariciar sus voluptuosas mejillas y sus labios hinchados por tantos besos que nos hemos dado a lo largo de la noche. Mierda, jamás podría cansarme de saborearla.

—Todo estará bien, te lo prometo. — trato de calmarla, moviendome con más lentitud.

No importa cuanto intentará en el pasado por evadir esto, porque ahora mismo estoy flipando por ella. Es amor, tal vez no sea uno del bueno pero sí el más puro que pueda existir, por eso ella está aquí conmigo: retorciendose en mis brazos, gimiendo y...

Sufriendo. Ella está sufriendo por estar contigo, ella nos está mintiendo. Nos quiere dejar.

Antes no era capaz de comprender esas emociones que tanto anhelan la mayoría de las personas. No había experimentado ese sentimiento de dependencia que provocaba el amor hasta que la conocí, incluso, antes de Ale debo admitir que el llamado "amor" solamente lo sentía por mi mismo, independientemente de mi hijo, sólo se trataba de una simple palabra subjetiva, transfondada con estúpidos corazones abstractos a su verdadera forma, y, emplagantes y chillones colores pastel.

Es por eso que no puedo dejarla ir, porque estoy jodidamente obsesionado con ella que duele el sólo pensar que su ausencia me regrese a esa fría oscuridad.

—Tengo sueño — bosteza una vez que terminamos y me da la espalda.

Paso mi mano encima de su cintura, su piel suave y sudada no dejan de tentarme, tanto que estoy seguro podría hacerlo una vez más en esta noche.

—Descansa, pequeña. Te amo. — beso su cabello. No estoy seguro si me escucho o no.

Mientras la contemplo en la oscuridad de esta habitación, me doy cuenta de lo perfecta que es. Tan linda con el sueño profundo, llena de ilusiones.

Mismas que hemos destrozado. Sabes que trama algo, ella está jugando con nosotras. ¿No lo ves?

—Eres única. Jamás serás igual que Raquel o Anel, tú eres mejor.

Recordar a esa dos no me es nada grato, pensar en mujeres resbalosas que no tienen ni una pizca de respeto por sí misma me da asco. Su objetivo sólo es conseguir dinero u alguna otra por cualquier medio.

Mujeres así me cansan. Creí que era dificil —e imposble — encontrar a alguien que fuera diferente a ellas, hasta que esta niñata me insulto con su libro. Tan pequeña, decidida y firme a sus ideales, ella se subestima que no se da cuenta el maravilloso diamante que es.

¿Por qué no has actuado? Si ella nos deja, yo tomaré el control u la obligare a no volver a irse. Es nuestra.

Ignoro esa voz de mi cabeza, y solo me concentro en ella. Si antes en algún momento me hubieran dicho que estaría loco por una niña como ella, sin duda le hubiera obsequiado una bala en la frente, ella es diferente a los estúpidos prototipos que creía antes. Alejandra, tenía esa luz que muchas veces pasa desapercibida por idiotas que solo ven la apariencia, luchaba por lo que quería. Simplemente, era la mujer perfecta.

La acerco a mi con posesividad como debe de ser, ella es mi mujer. Sin embargo, antes de cerrar los ojos me lleva la chingada cuando el pitido de mi celular suena. Con una mierda, ¿no saben que hay personas que dormimos? ¿Para que mierda creen que existe la noche?

Secuestro ObsesivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora