Al día siguiente, Christopher estaba frente a la fuente del patio de su primer hotel con los hermanos de Dulce, los cinco, sorprendido del parecido físico que había entre ellos.
Salvo los mellizos, Derrick y Alfonso, los otros tres eran de diferente madre, pero no había la menor duda de que estaban emparentados. Los cinco hombres medían más de metro ochenta y cinco, tenían un físico atlético y rasgos muy parecidos.
Y todos aceptaron a Christopher en la familia, a su manera.
–Espero que sepas que nuestra hermanita siempre tendrá razón y tú siempre estarás equivocado –dijo Alfonso, riendo.
–Sí, lo sé –sonrió Christopher.
–Y que lo único que tendrá que hacer es decir una palabra y uno de nosotros vendrá a darte tu merecido –añadió Derrick.
Christopher soltó una carcajada.
–No esperaría otra cosa de sus hermanos.
Jack Duarte intervino entonces:
–Yo creo que este chico va a ser un buen marido para nuestra hermana.
–Eso parece –asintió Christian Chávez.
–Bienvenido a la familia –dijo Eddy Villard.
Cuando Dulce le contó que había encontrado a tres hermanos recientemente no sabía que hubieran formado un lazo tan pronto. Pero, considerando la curiosa relación que compartían con Emerald Espinosa, parecían tener mucho en común.
Luego miró a la mujer de pelo blanco sentada frente a una de las mesas con su ayudante personal, Luther Freemont. Era lógico que Dulce la viese como un hada madrina porque no sólo había hecho realidad su sueño de ser propietaria de un colegio sino que era la responsable de que hubieran vuelto a reunirse. Y eso servía para convencerlo de que era lo más parecido a un hada madrina con varita mágica incluida.
Christopher miró hacia la puerta. ¿Dónde estaban Dulce, las mujeres de sus hermanos y Maite? En cuanto se reunieron en casa se la habían llevado a buscar un vestido de novia y no la había visto desde entonces.
–¿Te estás poniendo nervioso, Christopher? –bromeó Derrick–. Aún hay tiempo para salir corriendo.
–Llevo toda mi vida esperando a tu hermana y no pienso perderla ahora –respondió él.
–Bueno, bueno, veo que estás fatal –rió Derrick–. Y yo que creía que Alfonso había perdido la cabeza cuando conoció a Anahí…
–Ya te tocará a ti –le advirtió Christopher–. Y cuando te pase será como si te cayera encima una pared de ladrillos.
–¿A mí? –Derrick hizo una mueca–. Mientras haya un millón de mujeres entre las que elegir, imposible.
–Eso ya lo veremos –rió Christopher.
En ese momento se abrieron las puertas y, al ver a Dulce con un vestido blanco hasta los pies y el pelo como una cascada de rizos, su corazón dio un vuelco dentro de su pecho. Debía ser el hombre más afortunado de la tierra y tenía intención de pasar cada momento de su vida haciéndole saber cuánto la quería.
Christopher se acercó a los escalones para ofrecerle su mano.
–Te he echado de menos, cariño.
–Y yo te he echado de menos a ti.
–¿Tienes idea de lo preciosa que estás y cuánto te deseo ahora mismo? –le susurró Christopher al oído.
Su bonita sonrisa estuvo a punto de hacerlo caer de rodillas.
–Probablemente tanto como yo a ti.
–Entonces, ¿qué te parece si empezamos con la ceremonia para poder subir a la suite nupcial a disfrutar de la parte más íntima?
–Buena idea, señor Uckermann –asintió Dulce mientras se acercaban a la fuente donde esperaba el juez para convertirlos en marido y mujer.
***
–Luther, ¿no es la novia más guapa que has visto en tu vida? –suspiró Emerald, orgullosa, secándose los ojos con un pañuelo de encaje.
–La señorita Espinosa es una novia bellísima, sí –asintió su ayudante con su habitual gesto impasible.
Emerald miró alrededor. Casi todos los invitados eran miembros de su familia; una familia que había ido reuniendo poco a poco y de la que se sentía muy orgullosa.
Pero cuando miró a Derrick, arrugó el ceño. Se parecía a su padre más que ninguno de los otros nietos y era, sin la menor duda, el que más la preocupaba.
Pero al contrario que su irresponsable hijo, Derrick era complejo y más sentimental de lo que creía la mayoría de la gente. Y a menos que estuviera muy equivocada, el que más había sufrido por el abandono de su padre.
Emerald suspiró. Sólo el tiempo diría si su actitud despreocupada era algo más que una cortina de humo para esconder su afectuosa naturaleza. Y una vez que se fuera a Kentucky a hacerse cargo de la empresa que le había correspondido en su legado, el reloj empezaría a marcar las horas.
–Yo os declaro marido y mujer –anunció el juez Morrison, haciendo que Emerald mirase a su nieta y a su guapo marido.
–Bueno, Luther, hemos vuelto a tener éxito una vez más –le dijo, con una sonrisa en los labios. –Sí, señora, todo ha salido como usted lo planeó.
–¿Todo está arreglado para que Derrick se vaya a Louisville? –le preguntó la anciana, levantándose de la silla.
Luther asintió con la cabeza.
–Los documentos están firmados para que tome posesión de la granja Hickory Hills a primeros de mes.
–Estupendo.
Emerald sonrió, feliz, mientras iban a felicitar a la pareja de recién casados. Luther y ella eran un buen equipo y habían ayudado a cinco de sus seis nietos a encontrar la felicidad.
Después de besar a los novios y desearles una vida próspera y feliz, Emerald puso una mano en el brazo de Luther para volver a la mesa.
–Bueno, ya hemos solucionado el problema de Dulce. Ahora sólo nos queda Derrick.
~Fin~
ESTÁS LEYENDO
Una noche dos hijos
FanfictionDulce Espinosa estaba embarazada y el padre no aparecía por ningún sitio... hasta que un día se presentó de repente en su despacho. Christopher Uckermann, multimillonario y propietario de una cadena de hoteles, era el hombre con el que había tenido...