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–Señora Montrose, sé que lo que hizo Luis está mal, pero tiene que darle otra oportunidad.

Al escuchar la voz masculina Dulce Espinosa levantó la mirada de la pantalla del ordenador… y su corazón dio un vuelco. El hombre que acababa de entrar en su despacho era la última persona a la que había esperado volver a ver. Y, a juzgar por su expresión, estaba tan sorprendido de verla como ella

–Quería hablar con la directora del colegio, la señora Montrose, sobre el incidente con Luis Uckermann. ¿Podrías decirme dónde puedo encontrarla? –le preguntó, después de aclararse la garganta.

–Helen Montrose ya no trabaja aquí. Vendió el colegio y se retiró hace un par de semanas –Dulce intentaba desesperadamente que su voz sonase tranquila a pesar de los nervios–. Yo soy la nueva propietaria del colegio Premier.

Luego, respirando profundamente, se recordó a sí misma que debía permanecer serena aunque la reaparición de aquel hombre la hubiese turbado de tal modo. Aquél era su territorio y él era el intruso. Además, preferiría caminar descalza sobre carbones encendidos antes que dejar claro que su presencia la afectaba.

–¿Cuál es el problema?

Él sacudió la cabeza.

–No tengo tiempo para juegos, Dulce. Quiero hablar con Helen Montrose lo antes posible.

La sorpresa de volver a verlo dio paso al enfado. No parecía creer que ella fuese la nueva propietaria del colegio Premier de educación preescolar.

–Ya te he dicho que la señora Montrose se ha retirado. Y si tienes algo que decir sobre el colegio tendrás que decírmelo a mí.

Él no parecía muy contento con la situación, pero tampoco ella estaba encantada al ver al hombre que tres meses y medio atrás había pasado una semana amándola como si fuera la mujer más deseable de la tierra… para desaparecer luego sin decir una palabra. Ni siquiera había tenido la decencia de dejar una nota o llamarla por teléfono.

–Muy bien –dijo por fin. Era evidente que no le hacía ninguna gracia, pero dejó de insistir en hablar con la señora Montrose–. Supongo que es una buena ocasión para volver a presentarme: mi nombre es Christopher Uckermann.

A Dulce se le cayó el alma a los pies. ¿Aparte de dejarla plantada sin decir una palabra le había mentido sobre su nombre? ¿Era Christopher Uckermann, el propietario del imperio hotelero Uckermann? Y estaba allí para hablar de Luis Uckermann… ¿significaba eso que era su padre? ¿Estaría casado también?

Dulce intentó recordar si había oído o leído algo sobre él recientemente en los medios de comunicación. Pero lo único que podía recordar era que Christopher Uckermann, famoso por vivir una vida tranquila alejado de los focos, preservaba su intimidad como si fuese el oro de Fort Knox. Y, desgraciadamente, no sabía nada sobre su estado civil.

Pero la idea de que pudiera haber pasado una semana en los brazos de un hombre casado hizo que sintiera un escalofrío.

–Corrígeme si me equivoco, pero hace unos meses yo te conocía por el nombre de Alexander Casillas.

Él se pasó una impaciente mano por el pelo.

–Sí, bueno, sobre eso…

–Ahórrate las explicaciones, no estoy interesada –lo interrumpió Dulce–. Creo que querías hablar sobre Luis Uckermann y supongo que quieres discutir su castigo por morder a otro niño.

Christopher asintió con la cabeza.

–Sí, claro. Tienes que darle otra oportunidad.

–No llevo aquí el tiempo suficiente como para conocer a todos los niños, pero la profesora de tu hijo dice…

Una noche dos hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora