Capítulo III - Cambios

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11 años habían pasado desde que Anne y Jay compartían la casa. Theo y Charlie no estaban muy seguros de seguir haciéndolo así que hablaron con sus ya esposas sugiriendo que debían tener más privacidad, que debían vivir separados.

Al principio no estuvieron de acuerdo, mucho menos los pequeños que eran inseparables. Les fue muy difícil el solo hecho de aceptar dormir en habitaciones diferentes.

Tras algunas discusiones que se dieron a lugar en el momento en que hablaron sobre el cambio de casa, decidieron que lo harían.

Las cosas cambiaron desde aquella mudanza, a pesar de que sus nuevas casas no se separaban por mucho, sentían morir por dentro. ¿Cuál era la necesidad de distanciarlos? Han estado juntos desde que tienen memoria.

No vendieron la casa que tantos recuerdos guardaba, algún día la heredarían sus hijos, cualquiera de los tres. Las nuevas casas se encontraban distanciadas a 10 minutos caminando.

La primera noche Harry no pudo dormir a pesar de que Gemma estaba a su lado. Daba vueltas en su cama sin poder conciliar el sueño, se paraba, caminaba, se sentaba y se volvía a acostar. No se sentía cómodo con nada, necesitaba a Louis, necesitaba a su boo.

Se asomó a la ventana y miró la hermosa noche estrellada que se iluminaba por un astro colosal. En su cabeza conversaba con la luna, le contaba cuánto extrañaba al ojiazul y lo mucho que lo quería, lo que el rizado no sabía era que a menos de un kilómetro de distancia se encontraba un castaño de ojos azules contándole a la luna cuan vacío se sentía sin su pequeño príncipe a su lado.

Los días pasaron y cada vez se extrañaban más, las noches eran las peores, casi no podían dormir, sufrían de insomnio.

Louis tomó cartas en el asunto y compró dos walkie talkie para comunicarse con sus amados mejores amigos. No tenían celulares, a penas cumplía 11 años la mayor de ellos, Gemma.

Niall acompañó a Louis a conseguir los aparatos, juntaron entre los dos todos sus ahorros para comprarlos. Al rubio no le molestaba gastar su poco capital con tal de ayudar a sus amigos a poder dormir. Llevaba días viéndolos con ojeras y casi no se concentraban en nada, estaba muy preocupado por la salud de sus tres mejores amigos.

Esa noche fue diferente, Harry se durmió con la voz de Louis a través del walkie talkie. —Duerme ya, dulce bien. Mi capullo de nardo—. Podrían ser viejos y tener canas pero Harry jamás se cansaría de escuchar aquella melodía en la dulce voz del castaño que lo ayudaba a calmarse y a dormir.

Por primera vez en dos meses lograron conciliar el sueño. Durmieron tranquilos sabiendo que, a pesar de la distancia, sus almas seguían juntas.

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Gemma cumplía sus 15 años recibiendo su primer kit de maquillaje.

—Debes aprender a arreglarte, ya eres una señorita—. Dijo Theo mientras le entregaba el kit.

—Gracias papá—. Dijo con un tono un poco molesto, no le gustaba la forma en que veían a las mujeres o como querían que fueran. Detestaba el estándar de belleza donde las mujeres debían arreglarse y ponerse vestidos, nada de pantalones porque "eso era para los hombres"

Theo y Charlie siempre fueron muy religiosos, por eso, cada domingo las dos familias se reunían en la iglesia, cosa que molestaba mucho a los pequeños.

Gemma no estaba de acuerdo con todo lo que decían, en realidad le molestaba las ideas que tenían en la iglesia pero no opinaba, no era tan imprudente conociendo a su padre. Nunca fue cariñosa con Theo, cruzaba pocas palabras con el, odiaba su forma de gritarle a ella y a Harry cada que se encorvaban a la hora de comer, cuando masticaban con la boca abierta, cuando reían muy fuerte o cuando le echaban "demasiada sal" a la comida.

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