Capítulo 4 ✔️

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Roma.

Ugh.

Mi cabeza duele. El mundo me da vueltas cuando trato de ponerme de pie, pero las náuseas me hacen poner una mano en mi boca para evitar vomitar. Como puedo me muevo hasta el baño, sujetandome de las cosas.

Vomito todo lo que bebí anoche. Me duele el estómago con cada arcada y me reprendo mentalmente por haberme puesto en este estado.

Pero necesitaba algo que me distrayera de ese episodio depresivo.

-Te traje algo que te ayudara en tu estado moribundo -entra Dria, dejandome una especie de jugo verde en el lavabo que me provoca una mueca de asco-. Bebelo, luego de que vómites todo, toma la aspirina.

Gimo adolorida pero hago lo que dice. Me sorprende lo mucho que esa cosa viscosa me ayuda a recuperar el color en mi rostro, mientras que la aspirina me calma las pulsaciones en la cabeza.

Luego de una ducha fría, cepillame los dientes dos veces para quitar el mal sabor, y ponerme ropa de indigente; voy a la sala donde me encuentro con la morena haciendo el almuerzo.

Lleva las rastas sujetas con una pañoleta de estampados florales, su estilo bohemio chic, siempre la hace lucir juvenil y sofisticada. Tiene unos cuantos tatuajes que resaltan en su piel morena, suele llevar variedad de accesorios sin ser excesivo y por lo general se caracteriza por ser una mujer segura y sensata.

Aunque sólo es 4 años mayor que yo, la veo como un ejemplo a seguir.

Secretamente la admiro.

-Gracias por tu elixir mágico -le digo, tomando asiento en el taburete.

Ella sirve los platos con macarrones con queso y la boca me saliva. El olor a condimentos y especias me hace gruñir los intestinos.

-No es mi primer rodeo -me guiña un ojo.

-¿Cómo llegué hasta la cama? -tomó el plato que me ofrece-. Gracias.

Tenemos un acuerdo tácito donde ella cocina, porque yo podría incendiar el edificio literal «como aquella vez en la casa de la abuela», yo me encargo de la limpieza.

-France me ayudo a traerte -su amigo, el mismo que paso por nosotras-. Estabas desmayada en uno de los sofás de mi oficina.

-Gracias de nuevo -me siento avergonzada conmigo misma.

-Oye tranquila -le quita hierro al asunto encogiendose de hombros-. Todos nos hemos emborrachado hasta la inconsciencia alguna vez. Al menos tú te fuiste a dormir y no hiciste alguna locura de que te arrepientas en la mañana.

Jeje...

Me remuevo inquieta ante el recuerdo de unos brazos fuertes dándome calor y esa boca besando la mía. No sé si estoy mezclando las cosas, pero prefiero creerlo así a pensar en que estuve besando a un extraño.

Me meto una porción de comida a la boca para evitar soltar la lengua.

-Por cierto -continúa-, te llego una carta.

-¿De?

-No me he fijado.

Comemos en la tranquilidad del ambiente, le comento como voy en las clases y ella me dice de su trabajo. Compartimos tiempo hasta que me dice que saldrá con su "casi algo" lo que sea que eso signifique, y me quedo encerrada en el apartamento, sin ánimos de nada más que dormir.

Volátil [#1] CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora