Capítulo 2

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Pov: Josie

—Jo. Despierta. —Suave. Estoy pegada a algo cálido y suave. Me acurruco más cerca—. Josie. —Se aleja. Gimo, extendiendo mi mano a ciegas e inmediatamente le doy una palmada en los pechos. La felicidad me estremece. Mierda, sí, me encanta despertarme con una chica. Amo cuando están tan suaves y somnolientas. Presiono mi rostro contra su cintura, inhalando el dulce olor de su perfume.

—Hueles muy bien, nena —murmuró.

—Josie.

Esa voz me despierta de golpe. Entrecierro los ojos para abrirlos y veo a Hope sentada en mi cama. Mi corazón se detiene por un segundo. Ella se ve tan mal. Su vestido rojo se cae de un hombro y su lápiz labial está manchado sobre su mejilla. Su cabello pelirrojo cae alrededor de su rostro. Los recuerdos de anoche llegan a mi mente en un instante. Le sonrió.

—Hola, Hopey, lamento haberte manoseado. —Extiendo mis brazos—. ¿Quieres una cuchara? —Pensándolo bien, tal vez sea una mala idea. No es la primera vez que compartimos una cama, pero por lo general ella siempre lleva pijama y no un bodycon ceñido, que deja ver sus suaves piernas desnudas.

—Me siento como si me estuviera muriendo —ella dice, parpadeo mientras trato de concentrarme.

—Mierda. Sí. Tu primera resaca, ¿verdad? —pregunto y ella asiente, frotándose el pecho.

—Mi corazón va tan rápido —ella susurra. La ira me atraviesa de forma repentina y viscosa. La abrazo.

—Es normal, nena. La ansiedad por resaca. No te preocupes, Clarke está muerto. Alyssa me ayudó a enterrar su cuerpo.

Ella tiembla en mis brazos. Se ve tan miserable que no puedo soportarlo. Solo quiero sacarla de aquí y distraerla. Hope es tan pequeña. Me jode. Probablemente apenas toque el metro sesenta y cinco. Es tan angelical, con ese sedoso cabello castaño rojizo, su barbilla afilada y su boquita tan diminuta como un capullo de rosa. Se viste con pequeños vestidos dulces, faldas plisadas y suaves jerséis. Calcetines largos. Normalmente es tan estudiosa, bonita y ordenada. Nunca la había visto así, toda manchada y sexy.

La miró, medio aturdida mientras ella se echa el pelo hacia atrás, dejando al descubierto la curva de su garganta. Está tan cerca que podría inclinarme hacia adelante y presionar mi boca allí, contra su suave piel. Ella se estremece de nuevo, parpadeo regresando a la realidad. Necesito recomponerme. Sí, ella casi me besa anoche, pero las borrachas se besan todo el tiempo. No fue nada. Me aclaro la garganta.

—Está bien, nena. Vamos a buscar algo de comida. Te sentirás mejor con el estómago lleno. —La levantó en brazos, la envuelvo en la chaqueta del equipo de hockey y la llevó a la cocina. Parece un basurero. Recojo algunas latas vacías y las dejo en una silla de la mesa, luego le sirvo un vaso de jugo de naranja. Ella se lo toma todo en aproximadamente un segundo, mientras tanto, yo examino el contenido del refrigerador. —¿Quieres huevos?

—Puedo preparar mi propio desayuno. Tengo barras de cereal —ella dice mientras comienzo a romper huevos en un cuenco.

—Las barras de cereal no curan la resaca, cariño. Te hará llorar de nuevo.

Ella se calla por unos segundos.

—¿De nuevo? —ella dice mientras vierto los huevos en el sartén.

—¿No recuerdas nada de anoche?

—No mucho.

—Te enojaste bastante. Me dijiste que nunca habías tenido un orgasmo. —Hay unos segundos de silencio.

—Oh, Dios mío —ella susurra—. Oh, Dios mío.

Muelo un poco de pimiento y busco el queso en la nevera.

—Está bien. En el gran esquema de las cosas, en realidad no es un gran secreto. Uno bueno seria que eres una viuda que envenenó a su exmarido, o algo así. ¿quieres tostadas blancas o marrones, amor?

Ella no responde. Le doy la vuelta para mirarla y se me cae el corazón. Está pálida y temblorosa. Parece asustada, como si pensara que algo terrible está a punto de sucederle.

—No —ella gime—. No, no. ¿Te lo dije?

Oh, mierda. Corro hacia ella y la rodeo con mis brazos.

—Respira, Hope. Está bien. Lo lamento.

Recuerdo lo que me había dicho anoche. Que estaba rota. No me di cuenta de cuánto la estaba lastimando al decir eso como si fuera un juego. Ella está muy, muy avergonzada. Ella me aparta y se pasa las manos por la cara.

—Mierda. Lo siento. Esto es muy vergonzoso.

—¿Por qué? —Acarició su hombro—. No has hecho nada malo, cariño, no te arrepientas. —Ella simplemente negó con la cabeza. Una lágrima rueda por su mejilla. Amo a Hope más que a todo el planeta. Verla llorar me hace sentir como si mi corazón se estuviera desgarrando—. Yo podría ayudar —ofrezco desesperada—. Puedo ayudarte, si eso es lo que quieres. —Las imágenes que pasan por mi mente, de lo que realmente podría implicar ayudarla. Trago saliva—. Pero amor, por favor no llores, está bien, de verdad, es normal.

Ella se pone de pie y empuja la silla hacia atrás.

—Lo lamento. Por favor olvídalo —ella dice.

—Pero...

—Por favor. Por favor. Sólo, no hablemos más de eso.

—Hope, está bien. Tu valor como mujer no se define por la capacidad de llegar al orgasmo, por el amor de Dios. —Estiro mi mano para agarrarla—. Habla conmigo.

Ella simplemente negó con la cabeza y sale de la cocina, dejándome sola con una sartén, huevos ardientes y un montón de preguntas.

Lecciones privadas - HosieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora