Capitulo 26

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El viaje de regreso a Miami fue casi igual al de ida, la unica diferencia es que tuve a Lucia masticando las famosas galletas de chocolate de mi madre, en mi oreja, las tres horas completas que tardamos en llegar. En serio, ¿la mujer acaso disfrutaba de torturarme? Todos sabiamos que Lucia nunca se resistia a nada que mi madre cocinara, el porque la mujer le dio tantas malditas galletas para que se entretuviera en el camino era un misterio para mi.

—Bajate antes de que te baje. —gruñi cuando estacione frente a la casa de la castaña.

—¿Sabes? —se tambaleo fuera, aferrandose con una mano a su abdomen—. Creo que no fue buena
idea comer tantas galletas, no me siento bien.

—Maldicion, Lu. —susurré, abriendo mi puerta y atrapandolo antes de que cayera de boca sobre la vereda—. Debes ser la primera mujer de veintidos años que se intoxica comiendo galletas de chocolate, ¿acaso no sabes cuando detenerte?

—Creo que esta un poco verde. —comentó Christopher mientras corria alrededor del capó y miraba a Lucia la cara—. En serio, Zabdiel, no se ve muy bien.

Atrapando a Lucia nuevamente, deje que se inclinara sobre los arbustos mientras devolvia la mayor parte de las galletas sobre el follaje verde. Dios, le hubiese perdonado una resaca pero, ¿galletas? ¿en serio? ¿En que mundo viviamos donde los jovenes terminaban soltando sus galletas en las veredas? Las cosas estaban realmente mal si a eso nos dirigiamos.

—Creo que seria una buena idea llevarte al hospital.

—No. —negó, sacudiendo la cabeza—. Estoy bien, solo necesito...

Ni siquiera logró terminar la frase antes de una nueva ronda de nauseas lo atacara. Esto es lo que sucede cuando colocas más comida de la que tu estomago puede contener, el pobre se desborda y terminas desechando tu cena en un maldito arbusto.

—¿Que rayos sucede? —un chico pelinegro salió corriendo de la casa vecina, mirando hacia nosotros con los ojos llenos de alarma—. ¿Lu? ¿Que te paso?

—Hey, Erick, ¿como...? —sep, la coquetea de Lucia se estaba yendo junto a las galletas.

Miré al pelinegro que se habia acercado hasta nosotros y extendia una mano sobre la cabeza de la castaña, como si no se decidiera a tocarlo o no. Parecia joven, calcule que debia tener más o menos la edad de Lucía, siempre lo habia imaginado como un puberto hormonal pero al parecer me habia equivocado. Las pocas luces de la calle no me dejaban ver mucho pero sus rasgos parecian ser bastante suaves, todo lo contrario a lo que Lucía buscaba normalmente.

Concentrandome nuevamente en mi amigo, sostuve su peso hasta que su estomago se vació totalmente. Lu tenia las piernas algo debiles por lo que supuse que no podria caminar hasta su casa, por lo general se te borronea la visión por lo que de todas maneras no llegaria.

—¿Terminaste? —pregunté en un susurro, quitando el cabello del rostro de la castaña. Lucía asintió y la tomé
en brazos, pasandoselo rapidamente a Erick—. Debo ir por sus maletas. —contesté cuando el pelinegro me
miró sorprendido—. ¿Podrias llevarla dentro?

Rebuscando las llaves en el bolsillo de la castaña, se las pase a Christopher quien tenia una pequeña sonrisita
tirando de sus labios.

—Abrele la puerta, amor, y luego vuelve para ayudarme con las maletas. —pedi.

—Esta bien.

Christopher corrió hacia la puerta y rapidamente la abrio, cuando volvió a mi lado Erick aun me estaba mirando confundido. Con un gesto de mano, le hice una seña para que fuera hacia la casa y el pelinegro parecio reaccionar, haciendo lo que le pedi. Una vez que su silueta desaparecio por el umbral, me giré hacia mi castaño que me miraba con una sonrisa conocedora en el rostro.

BRAVE 《Adaptación》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora