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Anik vivía con su abuela a tres calles de la escuela, en una rústica y antigua casa de maderos ennegrecidos por los años, pero que aún conservaba el calor durante los inviernos. Caminar a casa no era para él una hazaña peligrosa, pues sabía que después de las 12 del mediodía, el hombre de la boca cosida ya no salía de su hogar, por lo que a diario caminaba tranquilamente hasta encontrarse con su querida abuela.

      —Hola, querido, ¿cómo te fue en la escuela? —dijo abuela desde la cocina.

      La abuela de Anik era como tu abuela y mi abuela. Una señora frágil a la que insistes todas las mañanas que no haga nada, pero cuando te giras un segundo, acaba de terminar de limpiar la casa, el techo, hacer la comida, lavar la ropa y ahora se encuentra viendo su programa de televisión favorito.

      —Abuela, ¿puedo preguntarte algo? —preguntó Anik con algo de miedo reflejado en su voz.

      —Lo que quieras, querido, ¿qué sucede?

      —¿Tú conoces al hombre de la boca cosida?

      —¿Hombre de la boca cosida?, ¿de quién estás hablando? —contestó abuela, no obstante, ella sabía de lo que estaba hablando Anik. 

El Hombre de la Boca CosidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora