Capítulo 3: Un mal sueño

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REGINA

Escuché un pitido, el eco lejano de alguien llamando mi nombre. Parpadeé adaptándome a la luz...

—Mamá... mamá...

Era Henry quién llamaba mi nombre, me dio un abrazo demasiado apretado que hizo doler mi cuerpo, mi cabeza también dolía, mi boca estaba seca y no me sentía capaz de poder hablar.

—Regina —David acarició mis mejillas y puso un beso en mi frente—. Estás despierta.

Despierta. Los recuerdos comenzaron a llegar a mí como flashes. David era el oscuro.

—Ve por el médico, Henry.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, me era difícil pensar con claridad, pero podía recordar a David en mi cama.

—¿Qué hiciste? —Mi garganta dolió pero fui capaz de hablar—. Eres el oscuro.

Whale entró antes que David pudiera responder, su mano seguía sujetando la mía y no me sentí capaz de alejarme de su tacto. Whale puso una luz en mis ojos, tomó mi pulso y colocó un aparato sobre mi pecho para escuchar mi corazón.

—¿Cómo te sientes?

Como si alguien hubiese intentado arrancarme la piel, pero el dolor que sentía era dentro de mí.

—¿Qué es lo último que recuerdas? —Preguntó David.

—Tú —dije en un susurro y él sonrió.

—No creí que despertarías. Gold sigue sin despertar. Eres un verdadero milagro, Regina.

—¿Ella está bien? —David preguntó a Whale ignorándome.

—Debo hacer más exámenes. No sabemos los efectos de esa cosa. ¿Cómo te sientes, Regina? ¿Puedes decirnos lo último que recuerdas?

—El oscuro.

—Emma te salvó, hizo lo que el aprendiz le dijo, atrapamos la oscuridad en la daga. Hemos acabado con el poder de la daga, no hay más oscuros.

—Ni más magia —dijo Whale.

No podía sentir la magia en mi cuerpo, ¿era esa la causa de mi dolor? ¿La magia había sido arrancada de mí?

Volví a sentirme adormecida, y entonces David puso un beso en mis labios.

—Todo va a estar bien, mi amor.

DAVID

Por un momento creí que no tendríamos la oportunidad de comenzar con nuestras vidas, todo había sido un verdadero caos después que la maldición se rompió, el distanciamiento entre Nieve y yo terminó por convertirse en el inicio de mi historia con Regina. Dos semanas al cuidado de Henry nos acercaron de una forma que ninguno de los dos había esperado. Ni ella ni yo nos dejamos llevar por nuestros extraños sentimientos, hicimos caso omiso y continuamos batalla tras batalla. Neverland solo fue el principio del verdadero final entre Nieve y yo, ella quería reemplazar a nuestra hija, no era algo literal, en el fondo lo sabía, pero fue como Emma y yo lo sentimos; en lugar de solucionar todo lo que estaba mal entre nosotros ella quiso poner un bebé como la solución mágica y dar por hecho que eso nos daría nuestro felices para siempre. No fue así. Al regresar de Neverland, cuando dejé en claro que no tendríamos un hijo, ella me dio un ultimátum, esa misma noche terminé durmiendo en una de las habitaciones de la abuela.

—Hey —sonreí al ver a Regina abrir nuevamente los ojos. Henry dormía profundamente en el sofá—. ¿Te sientes mejor?

—¿Dónde...?

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